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Consejos para familiares con pacientes TLP
Cómo actuar ante comportamientos autodestructivos en pacientes TLP
¿Qué es TLP?
El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) es un trastorno que es caracterizado por un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, y una notable impulsividad, que comienza en la adolescencia o principio de la edad adulta y se da en diversos contextos.
El Trastorno Límite de la Personalidad es el más frecuente de entre todos los trastornos de la personalidad. Se diagnostica predominantemente en mujeres, con una relación estimada por sexos 3:1. Es más frecuente entre los familiares de primer grado (padres, hijos, hermanos) que en la población general. Este trastorno se asocia a otros tales como el abuso y dependencia de alcohol y otras drogas, trastorno antisocial de la personalidad, trastornos del estado de ánimo y de control de impulsos.
La adolescencia es un período crítico para su emergencia, relacionándolo con rasgos de impulsividad e inestabilidad emocional, y con factores ambientales como patrones de crianza disfuncionales, abuso sexual o físico, acontecimientos vitales estresantes y psicopatología materna, entre otros.
Existe una considerable variabilidad en el curso del TLP. Los síntomas agudos se reducen más que los síntomas temperamentales. El deterioro del funcionamiento y el riesgo de suicidio son mayores en los adultos jóvenes y disminuyen gradualmente con la edad. La tendencia a experimentar emociones intensas, a actuar de forma impulsiva y a vivir las relaciones con gran intensidad suele perdurar toda la vida. Durante la década de los 30 y 40 años, la mayoría de las personas con este trastorno logra una mayor estabilidad en sus relaciones y funcionamiento profesional.
Uno de los problemas más preocupantes asociados al TLP es el suicidio y el parasuicidio (conductas autolesivas sin intención de ocasionar la muerte). Los gestos autodestructivos e intentos de suicidio deben tomarse muy en serio, pues aproximadamente un 9% de los pacientes pueden llegar a suicidarse, siendo el riesgo mayor en los primeros años de la edad adulta.
Los comportamientos autodestructivos y conductas suicidas son, de entre todas las características de los pacientes con trastorno limite, los que inducen reacciones emocionales más intensas en aquellos que conviven con ellos y también en los profesionales que los tratan.
¿Qué motivaciones puede haber para estos comportamientos?
Los comportamientos autodestructivos pueden clasificarse en base a las funciones que cumplen:
– Comunicación de malestar. Generalmente estos actos tienen lugar cuando el paciente siente el peligro de perder a alguien importante para ellos. Estos gestos suelen ser formas de reclamar la atención y al mismo tiempo una forma de protesta rabiosa por la inatención o abandono.
– Alivio de sentimientos dolorosos. Estos pacientes suelen experimentar emociones de forma muy intensa. En ocasiones, los comportamientos autodestructivos no son más que un intento de “quitarse de en medio” o “dejar de sentir dolor”. Otras veces, los pacientes tratan de recobrar el sentido de la realidad perdido (experiencias de desconexión de la realidad) En estos casos, el dolor o sensación física les permite regresar a un estado de conciencia normal, lo que es experimentado con sensación de alivio.
¿Qué pueden hacer los familiares frente estas situaciones?
- No ignorar estos actos. Es necesario responder. Estas respuestas deben mostrar preocupación, ya que ignorar puede conllevar a una escalada de las mismas. Deben expresar sus miedos al paciente y no dejarse calmar fácilmente con negaciones. La familia debe entender estos gestos como un «grito de socorro». Deben informar a los profesionales, incluso cuando el paciente les quite importancia.
- La familia debe aprender a prestar atención al paciente no solamente en momentos de crisis y cuando estas conductas aparecen. Esto sólo refuerza y mantiene estas formas de expresión de emociones inadecuadas.
- La familia debe escuchar cual es el problema subyacente. El primer paso para reducir la posibilidad de que una amenaza se siga de una materialización de la misma es invitar al paciente a expresar los sentimientos que se ocultan «detrás del síntoma» (por ejemplo, sentimientos de rabia) y escucharlos atentamente.
- Reconocimiento y validación. Después de escuchar, la familia tiene que dar una señal de que se reconocen dichos sentimientos. No es necesario admitir o negar acusaciones cuando estas tienen lugar, tampoco dar muestras de simpatía o comentarios como «eso no es nada», «ya verás cómo se pasa» o «tú puedes intentarlo» estos comentarios no reconocen el grado de malestar emocional del paciente y son percibidos como rechazo o abandono.
- Los familiares no deben asumir la responsabilidad. Siempre que haya signos de que existe riesgo se debe informar a un profesional. El riesgo de suicidio no puede ser evaluado, monitorizado o prevenido en la familia.