Consejos para familiares con pacientes TLP

Consejos para familiares con pacientes TLP

 

Cómo actuar ante comportamientos autodestructivos en pacientes TLP

 

¿Qué es TLP?

 

El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) es un trastorno que es caracterizado por un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, y una notable impulsividad, que comienza en la adolescencia o principio de la edad adulta y se da en diversos contextos.

El Trastorno Límite de la Personalidad es el más frecuente de entre todos los trastornos de la personalidad. Se diagnostica predominantemente en mujeres, con una relación estimada por sexos 3:1. Es más frecuente entre los familiares de primer grado (padres, hijos, hermanos) que en la población general. Este trastorno se asocia a otros tales como el abuso y dependencia de alcohol y otras drogas, trastorno antisocial de la personalidad, trastornos del estado de ánimo y de control de impulsos.

La adolescencia es un período crítico para su emergencia, relacionándolo con rasgos de impulsividad e inestabilidad emocional, y con factores ambientales como patrones de crianza disfuncionales, abuso sexual o físico, acontecimientos vitales estresantes y psicopatología materna, entre otros.

Existe una considerable variabilidad en el curso del TLP. Los síntomas agudos se reducen más que los síntomas temperamentales. El deterioro del funcionamiento y el riesgo de suicidio son mayores en los adultos jóvenes y disminuyen gradualmente con la edad. La tendencia a experimentar emociones intensas, a actuar de forma impulsiva y a vivir las relaciones con gran intensidad suele perdurar toda la vida. Durante la década de los 30 y 40 años, la mayoría de las personas con este trastorno logra una mayor estabilidad en sus relaciones y funcionamiento profesional.

Uno de los problemas más preocupantes asociados al TLP es el suicidio y el parasuicidio (conductas autolesivas sin intención de ocasionar la muerte). Los gestos autodestructivos e intentos de suicidio deben tomarse muy en serio, pues aproximadamente un 9% de los pacientes pueden llegar a suicidarse, siendo el riesgo mayor en los primeros años de la edad adulta.

Los comportamientos autodestructivos y conductas suicidas son, de entre todas las características de los pacientes con trastorno limite, los que inducen reacciones emocionales más intensas en aquellos que conviven con ellos y también en los profesionales que los tratan.

 

¿Qué motivaciones puede haber para estos comportamientos?

 

Los comportamientos autodestructivos pueden clasificarse en base a las funciones que cumplen:

Comunicación de malestar. Generalmente estos actos tienen lugar cuando el paciente siente el peligro de perder a alguien importante para ellos. Estos gestos suelen ser formas de reclamar la atención y al mismo tiempo una forma de protesta rabiosa por la inatención o abandono.

Alivio de sentimientos dolorosos. Estos pacientes suelen experimentar emociones de forma muy intensa. En ocasiones, los comportamientos autodestructivos no son más que un intento de “quitarse de en medio” o “dejar de sentir dolor”. Otras veces, los pacientes tratan de recobrar el sentido de la realidad perdido (experiencias de desconexión de la realidad) En estos casos, el dolor o sensación física les permite regresar a un estado de conciencia normal, lo que es experimentado con sensación de alivio.

 

¿Qué pueden hacer los familiares frente estas situaciones?

  1. No ignorar estos actos. Es necesario responder. Estas respuestas deben mostrar preocupación, ya que ignorar puede conllevar a una escalada de las mismas. Deben expresar sus miedos al paciente y no dejarse calmar fácilmente con negaciones. La familia debe entender estos gestos como un «grito de socorro». Deben informar a los profesionales, incluso cuando el paciente les quite importancia.
  2. La familia debe aprender a prestar atención al paciente no solamente en momentos de crisis y cuando estas conductas aparecen. Esto sólo refuerza y mantiene estas formas de expresión de emociones inadecuadas.
  3. La familia debe escuchar cual es el problema subyacente. El primer paso para reducir la posibilidad de que una amenaza se siga de una materialización de la misma es invitar al paciente a expresar los sentimientos que se ocultan «detrás del síntoma» (por ejemplo, sentimientos de rabia) y escucharlos atentamente.
  4. Reconocimiento y validación. Después de escuchar, la familia tiene que dar una señal de que se reconocen dichos sentimientos. No es necesario admitir o negar acusaciones cuando estas tienen lugar, tampoco dar muestras de simpatía o comentarios como «eso no es nada», «ya verás cómo se pasa» o «tú puedes intentarlo» estos comentarios no reconocen el grado de malestar emocional del paciente y son percibidos como rechazo o abandono.
  5. Los familiares no deben asumir la responsabilidad. Siempre que haya signos de que existe riesgo se debe informar a un profesional. El riesgo de suicidio no puede ser evaluado, monitorizado o prevenido en la familia.

 

Encarnación Sánchez Quesada

Psicóloga General Sanitario

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Antidepresivos

Antidepresivos

INTRODUCCIÓN

Los antidepresivos son medicamentos para tratar la depresión, por lo tanto deben ser recetados por un médico, son fármacos que tienen la capacidad de mejorar el estado de ánimo en personas deprimidas. No son euforizantes por lo que  no van a producir euforia en las personas con un estado de ánimo normal. Estos medicamentos ayudan a mejorar la forma en que el cerebro utiliza ciertas sustancias químicas naturales.

Estas sustancias afectan a las personas de diferentes maneras, por eso hay varios tipos. Suelen tardar  2-3 semanas en comenzar a hacer efecto y es necesario esperar otras 2-3 semanas más para observar su efecto completo. Puede que tenga que probar uno o más tipos antes de encontrar uno que le funcione, no siempre es efectivo el primero que se utiliza.

Los antidepresivos se llaman así porque su principal acción es antidepresiva pero, además de tratar la depresión, pueden tratar otros trastornos psiquiátricos muy distintos aunque casi todos relacionados con la ansiedad. Estos medicamentos pueden causar algunos efectos secundarios menores que, en general, no duran mucho tiempo, debe Informar al médico en caso de notar algo que no le haya comentado en la consulta o que sea en grado mayor.

También debe informarle al médico si toma otras medicinas, vitaminas o suplementos de herbolarios por si tuvieran interacciones significativas. Es importante que continúe tomando las medicinas aunque se sienta mejor y no deje de tomarlas sin hablar con el médico ya que suele ser necesario un tiempo largo de tratamiento encontrándose bien para evitar o minimizar recaídas y recurrencias. Generalmente, los antidepresivos no deben interrumpirse de forma abrupta sino gradualmente.

 

PRINCIPALES TIPOS DE ANTIDEPRESIVOS

Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. (ISRS)

Fluoxetina, fluvoxamina, paroxetina, sertralina, citalopram y escitalopram.

Los ISRS suelen ser el primer tipo de antidepresivo que le recetará su médico, tienden a tener menos efectos secundarios y es menos probable que causen problemas a dosis terapéuticas más altas. Actúan sobre la neurotransmisión de la serotonina. La serotonina es un neurotransmisor que facilita la comunicación entre neuronas en el cerebro y en el sistema nervioso en general. La serotonina está implicada en la regulación del estado de ánimo, la ira, la agresividad, la percepción, el apetito, la sexualidad, el sueño, la temperatura y otras funciones. Los efectos secundarios más comunes de los ISRS incluyen: náuseas, diarrea, dolores de cabeza, inquietud y problemas sexuales. Lo normal es que sea en grado de molestia y que en pocos días desaparezcan sin más, siendo raro la retirada de los fármacos por intolerancia.

 

Inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina. (IRSN)

Venlafaxina, duloxetina y desvenlafaxina.

Pueden llamarse también antidepresivos duales y con respecto de los ISRS pueden ser más eficaces en la mejora de los síntomas relacionados con la apatía, la motivación, la dificultad para experimentar placer o sentir interés. Por el contrario pueden tener más efectos secundarios correspondientes a su efecto noradrenérgico: sudoración, estreñimiento, boca seca, nerviosismo e hipertensión arterial. También suelen ser leves, poco frecuentes y mejoran con el paso del tiempo.

Otros antidepresivos.

Trazodona, mirtazapina, bupropión, vortioxetina, reboxetina, agomelatina y tianeptina.

Estos medicamentos no forman parte conjuntamente de ninguna otra categoría de antidepresivos, cada uno tiene un mecanismo de acción distinto a los anteriores y entre ellos, los agrupamos en contraposición a los dos grupos más comunes, son también recetados habitualmente.

La trazodona se receta junto a otro antidepresivo para mejorar el sueño, la mirtazapina también mejora el sueño y el apetito y también suele utilizarse como coadyuvante de otro antidepresivo.

El bupropión es uno de los pocos antidepresivos que no se asocian con frecuencia a los efectos secundarios sexuales ya que no tiene acción serotoninérgico sino noradrenérgica y dopaminérgica.

La vortioxetina es el último antidepresivo en llegar a las farmacias, podría incluirse en el grupo de los ISRS pero al tener un mecanismo  de acción multimodal parece que puede ofrecer más beneficios.

La reboxetina tiene exclusivamente acción noradrenérgica por lo que muchas veces requiere de la combinación con un antidepresivo serotoninérgico.

La agomelatina y la tianeptina suelen utlizarse menos y normalmente como coadyuvantes, tiene mecanismos de acción completamente distintos a los anteriores.

Antidepresivos tricíclicos.

clorimipramina, imipramina, nortriptilina, amitriptilina.

Los antidepresivos tricíclicos como suelen causar más efectos secundarios que los antidepresivos más modernos generalmente se recetan cuando no ha habido buenos resultados con los anteriores.

Inhibidores de la monoaminoxidasa. (IMAOs)

tranilcipromina,  fenelzina , isocarboxazida

Dado que los inhibidores de la monoaminoxidasa pueden tener efectos secundarios graves su uso está muy restringido.

 

OTRAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS ANTIDEPRESIVOS

El médico también puede recomendar que combines dos antidepresivos, normalmente de distintos mecanismos de acción para ampliar el espectro de actuación sobre los neurotransmisores y mejorar la eficacia cuando uno de ellos en solitario no ha sido suficiente para mejorar la depresión. A veces es posible que se asocie también otro medicamento a los antidepresivos para aumentar sus efectos, se trata de fármacos potenciadores como antipsicóticos a dosis bajas, sales de litio, hormona tiroidea, derivados anfetamínicos o antiepilépticos. La combinación con psicoterapia también es eficaz y en muchos casos deseable.

Como ya comentamos al principio las indicaciones de los antidepresivos son muchas más, además de la principal como tratamiento de la depresión: Depresión mayor, distimia, trastorno de ansiedad generalizada o en forma de crisis de pánico, agorafobia y otras fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de estrés agudo y trastorno de estrés postraumático, trastorno por atracón y Bulimia nerviosa, dolor neuropático e insomnio.

Por último recordar las recomendaciones básicas: tomar el antidepresivo a las dosis indicadas de forma contante, tener paciencia porque el efecto no es inmediato, estar atento a los efectos adversos para comentarlos con su médico, no suspender el tratamiento bruscamente y sin consultarlo antes con su terapeuta, no tomar alcohol o drogas como pseudotratamiento para la depresión. Si piensa que puede sufrir de depresión consulte con los profesionales de su centro de salud que evaluarán su estado y le indicarán los pasos a seguir. La depresión tiene tratamiento eficaz.

 

Antonio Micol Torres

Médico – Psiquiatra

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El Síndrome de Diógenes

El Síndrome de Diógenes

¿Qué es el síndrome de Diógenes?

El síndrome de Diógenes es un trastorno que suele darse en personas mayores y que principalmente se caracteriza por una acumulación de objetos y basura en el hogar, unida a la falta de higiene y autoabandono de la persona que lo padece. Sin importar el valor real que tengan estos objetos, estas personas tienen una dificultad muy grande para deshacerse de ellos, de manera que van acumulando cada vez más.

El término hace referencia a Diógenes de Sinope, un filósofo de la Antigua Grecia que vivía en una tinaja y hacía sus necesidades en público. No obstante, dicho vínculo no es del todo correcto, pues este filósofo defendía la austeridad y no el acopio de bienes materiales.

En ocasiones, todos guardamos objetos que sabemos que no vamos a utilizar de momento (recuerdos, en previsión de una posible necesidad futura, etc.). Es algo normal y no supone ningún problema, pero cuando este fenómeno se convierte en algo habitual y provoca un deterioro personal o social que afecta a nuestras vidas hablaríamos de patología.

 

Síntomas

  • Acumulación. Desde objetos de gran valor hasta basura, no siendo el valor real o simbólico lo que produce su conservación. Como hemos comentado en el apartado anterior, existe gran incapacidad por parte del sujeto para deshacerse de estas posesiones a pesar de no tener claro el porqué de su acumulación.
  • Deterioro físico. Pérdida de peso (ausencia de horarios en la alimentación e incluso consumo de alimentos en mal estado) y falta de higiene, lo que les lleva a una apariencia descuidada y, en muchos casos, a problemas de salud.
  • Aislamiento social. Quienes padecen este síndrome suelen tener problemas de convivencia debido a su estado (falta de higiene propia y del hogar) y a la rigidez de sus pensamientos. Paulatinamente se va reduciendo el contacto con otras personas, interactuando solo para conseguir lo necesario para sobrevivir. Son frecuentes las denuncias por parte de vecinos debido al olor que irradia la vivienda, así como los insectos y roedores atraídos por los objetos.

 

Causas o factores de riesgo

Entre los factores de riesgo más comunes encontramos los siguientes:

  • La edad. Casi siempre se da en la tercera edad.
  • Estado civil. Generalmente se trata de personas viudas o que viven solas.
  • Ausencia de trabajo, jubilación. Facilita el distanciamiento social.
  • Rasgos de personalidad, sobre todo la tendencia al aislamiento, teniendo dificultades de adaptación social, así como la rigidez de pensamiento.
  • Enfermedad mental. Muchos pacientes que padecen esta enfermedad sufren algún tipo de trastorno mental: demencia, depresión, esquizofrenia, adicción a sustancias, etc. Del mismo modo, el síndrome de Diógenes puede aparecer como consecuencia de otras patologías previas como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) o por conductas como el coleccionismo (llevado a un extremo).
  • En ocasiones un suceso estresante precipita el inicio de los síntomas. Por ejemplo, el fallecimiento de un ser querido.
  • Probable deterioro a nivel cognitivo.

Tratamiento

 En primer lugar debemos tener en cuenta que estas personas no suelen acudir a terapia o pedir ayuda por voluntad propia (por su propio aislamiento y porque no consideran que tengan un problema), sino que son derivados presionados por sus familias, servicios judiciales o médicos.

El síndrome de Diógenes es un trastorno complejo que requiere una intervención multidisciplinar. Es necesario actuar tanto sobre las creencias del individuo como sobre sus hábitos, interviniendo también en el lugar donde vive.

  • Intervención con el paciente:

    • Terapia cognitivo-conductual

Es necesario crear conciencia de enfermedad, hacer ver al sujeto que existe un problema que requiere solución. Generalmente el paciente muestra ideas distorsionadas acerca de la utilidad de los objetos que acumula, con esta terapia se pretende realizar cambios en estos pensamientos, modificándolos o planteando otros más adaptativos. Se buscará también que el sujeto aprenda a tolerar el malestar que provoca desprenderse de los objetos.

Por otro lado, cuando exista comorbilidad con otros trastornos, habrá que tratar estos al mismo tiempo que el síndrome que nos ocupa.

    • Tratamiento farmacológico

Al igual que en la intervención psicológica, en los casos en que este síndrome sea producido o se vea agravado por otras enfermedades como la depresión o algún trastorno psicótico, será necesario aplicar las estrategias más apropiadas para tratar el trastorno en sí. Por ejemplo, es frecuente el uso de antidepresivos para mejorar el estado de ánimo.

    • Habilidades sociales

El objetivo será restablecer el contacto de la persona con el mundo, fomentando su participación en actividades sociales, lo que ayudará a combatir la soledad y ansiedad.

    • Higiene

Se favorecerá una adecuada higiene personal, de forma que el enfermo recupere tanto la salud como un aspecto limpio y cuidado. De esta forma podrá presentarse en su entorno social sin producir sentimientos de rechazo o pena.

    • Dieta

Es importante evaluar el estado de salud del sujeto, paliar las complicaciones derivadas de una inadecuada alimentación y favorecer que se gane el peso perdido.

 

  • Intervención a nivel familiar

  • Psicoeducación. Es imprescindible que el entorno conozca y comprenda en qué consiste el síndrome de Diógenes y su gravedad, para que puedan realizar un seguimiento exhaustivo de sus patrones de actividad y el paciente no vuelva al estado de aislamiento.
  • Pautas:
    • No restar importancia al problema.
    • Tratar de ser comprensivo, evitando las discusiones.
    • Utilizar todos los medios disponibles para buscar ayuda a pesar del rechazo por parte del enfermo.
    • Comprender que no se trata de un deterioro propio de la edad sino un trastorno de conducta que se puede tratar y mejorar.

 

  • Limpieza del hogar

Se debe realizar una desinfección profunda de la vivienda. Existen empresas especializadas en este tipo de limpiezas. Sin embargo, esta intervención por sí misma no puede “solucionar el problema” del sujeto, que volvería a acumular basura si no se atiende al resto de aspectos que se han expuesto.

Diferencias con el trastorno por acumulación

  • Tienen en común: acumulación de objetos que provoca problemas de espacio en el hogar e incapacidad para deshacerse de ellos.
  • Diferencias: en el trastorno por acumulación el sujeto tiene un motivo concreto para querer guardar el objeto y no suele darse un deterioro tan notable respecto a la higiene personal y alimentación.

 

¿Cómo prevenirlo?

Aunque la sintomatología expuesta en este artículo parezca exagerada, muchas personas pueden padecer un cierto grado de trastorno de acumulación, con las consecuencias que ello acarrea: gran ansiedad, no saber lo que tienes, pérdida de tiempo buscando objetos…

Cuanto antes comience el tratamiento menos arraigado estará ese estilo de vida y existirá menor rigidez de pensamiento. Para evitar llegar a esta situación lo mejor es prevenir. Aquí os dejamos algunos consejos:

  • Deshazte de lo que ya no sirve y/o no usas.
  • Mantén ordenada tu casa, es un espacio limitado y debemos evitar la acumulación.
  • Entrena tu mente. Mantente activo y busca nuevos aprendizajes, esto evitará la rigidez de pensamiento.
  • Busca un momento al día para caminar al aire libre o relajarte escuchando tu música favorita.
  • No te aísles, cuida tu vida social. Contacta con familiares o amigos al menos una vez a la semana. Comparte tus logros pero también tus preocupaciones.
  • Cuida tu imagen. Vigila tu peso, arréglate antes de salir pero mantén también una buena higiene los días que no salgas de casa.

 

Sonia Otalora Ballester

Psicóloga General Sanitario

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Beneficios del EJERCICIO FÍSICO en la SALUD MENTAL

Beneficios del EJERCICIO FÍSICO en la SALUD MENTAL

Vais a poder conocer con este post los beneficios del ejercicio físico en la salud mental. Realizar ejercicio físico de manera continuada y moderada aporta numerosos beneficios para la salud física y psicológica. Mantener una vida activa contribuye a la prevención, el desarrollo y la rehabilitación de la salud así como a establecer un bienestar mental y aumentar nuestra calidad de vida, además puede prevenir la aparición de la ansiedad, la depresión u otros trastornos psiquiátricos. Enfermedades mentales muy comunes que afectan a todo tipo de personas, explicamos en otro artículo la depresión en los ancianos y también tratamiento adecuado de una depresión.

El músculo al ejercitarlo no solo tiene funciones mecánicas si no que tiene una función endocrina de secreción de sustancias (mioquinas) y reguladora del metabolismo de la glucosa muy importante, así como vía de comunicación con otros sistemas como hígado, páncreas, corazón, tejido adiposo y sobre todo el cerebro en relación con el tema que nos ocupa.

¿Qué se activa en el cerebro tras la contracción del músculo durante la práctica de deporte?

Pues con una serie de neurotransmisores como la serotonina, las endorfinas, la oxitocina y la dopamina.

La serotonina eleva la autoestima y la confianza.  Las endorfinas favorecen la relajación y la disminución del dolor. La oxitocina equilibra los vínculos afectivo-emocionales. La dopamina nos impulsa a seguir practicando deporte y superar retos al producirnos sentimientos placenteros.

Lo recomendable es realizar un mínimo semanal de 150-300 minutos de actividad física moderada aunque se puede combinar con actividad aeróbica vigorosa en función de la situación física de cada persona, incluso alternar con ejercicios de fuerza pero que impliquen a diversos grupos musculares para que la secreción de mioquinas al torrente sanguíneo sea suficiente para poner en marcha toda la maquinaria neurotransmisora cerebral.

Beneficios del ejercicio físico en la salud mental

Como consecuencia de una realización continua de ejercicio se producirá una serie de beneficios en tu salud mental y emocional, tales como:

  • Aumenta la relajación y disminuyen las emociones negativas, como la frustración, aumentando la capacidad para hacer frente al estrés y a tomar decisiones adecuadas alejando la ansiedad de nuestra vida.
  • El cerebro es capaz de trabajar más rápido facilitando el aprendizaje y la memoria, mejora la atención y la concentración, y puede prevenir y retrasar el deterioro cognitivo propio de la edad.
  • Nos induce un estado de mayor felicidad y bienestar emocional disminuyendo los sentimientos de tristeza y mejorando nuestra propia autopercepción, nuestra autoestima y finalmente nuestro autoconcepto.
  • Facilita el conocimiento de nosotros mismos, ayuda a planificar, a tener mayor capacidad de control, mejora nuestra conducta fomentando nuestros valores, nuestros compromisos, el compañerismo y el trabajo en equipo.
  • Se favorecen y se mejoran las relaciones sociales no solo por nuestro mejor estado emocional sino también porque se puede realizar deporte en compañía y se puede conocer nuevas personas que compartan un mismo espacio físico.
  • Actúa sobre el sueño combatiendo tanto el insomnio como la somnolencia diurna, las personas activas duermen mejor y en consecuencia se mantienen despiertos y alertas durante el día.
  • Aumenta la destreza y capacidad psicomotriz además de estimularse todos los sentidos mejorando nuestra capacidad sensorial.
  • Mejora el humor, la estabilidad emocional y nuestro rendimiento y productividad personal, social, familiar y laboral. Nos llenamos de energía vital.
  • Previene y ataca las adicciones, te aleja del tabaquismo, del alcoholismo y , como no, de otras drogas.

En definitiva aconsejamos a todo el mundo un estilo de vida saludable, que incluya  la práctica de ejercicio físico.

Beneficio secreto para las enfermedades afectivas

Otros importantes beneficios son los que se derivan del deporte como terapia para las enfermedades afectivas sobre todo para la Depresión, la Dra. Nagore Iriarte ha afirmado que la actividad física es una parte fundamental en el abordaje de la depresión junto a las terapias psicológicas y los antidepresivos, siempre diseñada y supervisada por técnicos. Aboga por prescribir ejercicio físico reglado como parte del tratamiento de la depresión.

Hay que tener en cuenta que la depresión es una enfermedad que produce una gran disfunción familiar, social y laboral imponiéndose un modelo biopsicosocial de tratamiento, añadiendo al psicológico y al psicofarmacológico, hábitos de vida saludables como el ejercicio físico, la dieta saludable, el control del estrés y la regulación del sueño.

Las personas con enfermedad mental sobre todo las más graves suelen tener hábitos tóxicos y la actividad física ayuda a combatir y cambiar esos hábitos, siendo una arma terapéutica no solamente en las depresiones sino en otras muchas enfermedades mentales, incluso en cualquier otra disciplina sanitaria.

Tanto es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha centrado su interés en la actividad física y la salud mental recomendando el deporte reglado y supervisado para toda la población y haciendo hincapié en las personas con  discapacidades y las personas con enfermedad mental.

Según la OMS la pandemia que sufrimos con la COVID-19 ha resaltado la importancia del ejercicio físico sobre nuestro cuerpo y también sobre nuestra mente tanto para personas sanas como para personas con enfermedad mental.

Así que sólo nos queda animarles a que comiencen a practicar siempre teniendo en cuenta su estado físico y de salud previo, consultando con su médico y empezando con suavidad para ir progresando lentamente, cada uno a su ritmo, su salud se lo agradecerá.

Antonio Micol Torres

Medico – Psiquiatra

Foto de Laker, Duduru y Andrea Piacquadio en Pexels

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La comunicación con los pacientes en la pandemia

La comunicación con los pacientes en la pandemia

Desde el principio de la Pandemia las formas de relación médico paciente han ido cambiando según  nos aconsejaban los expertos en epidemiología y en virología. Si la relación médico paciente es fundamental en la Medicina aún lo es más en todos los ámbitos de la Salud Mental.

Mi opinión es que no hay ninguna comunicación que mejore la comunicación clásica, la de toda la vida, la de cara a cara, no hay tecnología que supere el poder ver en tiempo real, a corta distancia y en un contexto determinado, al individuo de forma global y bidireccional, los gestos, las posturas, la facies, la mímica, la afectividad, la emoción transmitida y la reprimida, los movimientos corporales, la interacción con los acompañantes si los hubiere…

En muchas ocasiones obtenemos más información de la comunicación no verbal que de la propiamente verbal, o por lo menos conseguimos la información clave.

Y qué decir de lo que podemos transmitir nosotros al paciente: seguridad, confianza, esperanza, mejora de los síntomas…

Pues todo esto cambió radicalmente hace algo más de 1 año; en principio surgió la visita telefónica, se avisaba previamente para que no acudieran a la consulta y que esperaran la llamada, la coordinación entre los administrativos, los sanitarios y los pacientes fue digna de agradecer, la mayoría de los pacientes aceptaron con mucha amabilidad la situación a sabiendas de que no era lo mejor para nadie.

La llamada telefónica tiene sus problemillas y no solo por la falta de datos sino porque a veces el paciente no está en el mejor lugar para hablar, otras veces no podía contestar , las líneas llegaban a saturarse en algunas ocasiones, y muchas veces no sabías muy bien con quien hablabas, no podías ponerle cara, no te puedes acordar de todos por el nombre, no le asocias la cara. La dificultad para hablar también con los familiares es otro problema añadido. Y cuando es una primera visita los inconvenientes para ambos son comprensible, depositar la confianza en alguien que no conoces y que te habla al otro lado del teléfono debe ser complicado. Pues a pesar de todo los pacientes fueron, eso, pacientes, agradecían la atención aun cuando fuera precaria, lo que nos dice que ante las dificultades la gente, en general, saca su mejor espíritu.

Meses después empezamos a combinar consultas presenciales con telefónicas y la verdad es que la experiencia de esos meses donde llamamos a casi todos los que en esos momentos estaban con nosotros nos sirvió para después discriminar el tipo de visita que deberíamos de hacer si en algún momento era necesario volver a restringir las presenciales.

>>>Consulta nuestro artículo sobre «Fatiga pandémica»

Sabemos que con algunos pacientes muy conocidos con patologías crónicas que van estables mucho tiempo y que tiene buena adherencia tanto a los tratamientos como al centro y a los profesionales de Salud Mental y que viven quizá lejos en estos tiempos donde hay más riesgo en los desplazamientos en transportes públicos, podemos acordar algunas visitas telefónicas, intercaladas con otras presenciales. Así que hemos aprendido a utilizar otra forma de comunicación que en algunos supuestos puede ser muy útil.  Ahí también es de alabar la madurez de muchos de nuestros pacientes que han visto en la adversidad una oportunidad.

Por otro lado la vuelta a la presencialidad no fue la vuelta a la normalidad, volvimos con mascarilla y con distancia de dos metros. Al principio costaba que la gente no acercara la silla a nuestra mesa, es instintivo, normalmente hablamos cara a cara, separados por una mesa de despacho, pero ahora no, hay un vacío en medio al que te tienes que acostumbrar y sí, nos hemos acostumbrado, incluso si las sillas están mal colocadas los pacientes suelen colocarlas a dos metros, somos disciplinados cuando nos interesa, muy bien.

Pues la mascarilla es otro estorbo a la hora de la relación con el paciente, una parte importante del rostro desaparece a nuestros ojos igual que el nuestro al de ellos. La sonrisa o la no sonrisa no se observa y cambia mucho como bien sabéis si utilizáis los emoticonos. Tenemos que explorar la sonrisa ocular, más complicada de captar, pero, por otro lado, estamos aprendiendo a desentrañar los significados de las miradas, difícil pero todo es observación empírica e interés en lo que buscas.

Con la mascarilla y la distancia también perdemos sonido, hay que elevar a veces el volumen de forma artificial; ya no es el volumen natural que te puede dar también algún dato del ánimo de la persona que tienes delante, cuando pides que repita algo puede que ya no lo repita de la misma forma, que ya no sea tan espontáneo.

Quizá en un futuro se pueda generalizar la consulta por videollamada, con las aplicaciones que existen actualmente es muy sencillo, no es lo mismo que presencial pero mejora bastante a la simple llamada telefónica. Consulta más información sobre los tipos de terapia del centro.

Lo que sí se ha generalizado es el uso del teléfono para consultas puntuales, de medicación de recetas, de efectos adversos y creo que así se quedará para el futuro aun cuando volvamos a la total normalidad que espero que no sea en un futuro muy lejano.

A pesar de todas las dificultades mi impresión es que la adaptación de las personas con Trastorno Mental Grave a estas nuevas formas de comunicación con los pacientes ha sido ejemplar y muchos deberíamos de aprender de ellos.

 

Antonio Micol Torres

Psiquiatra en Promentium- Salud y Bienestar

 

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Vivir con dolor crónico

Vivir con dolor crónico

Llamamos dolor a una experiencia sensitiva y emocional desagradable, asociada a una lesión real o potencial (Asociación Internacional para el Estudio del Dolor).

Se trata de un mecanismo de defensa infalible, una señal del sistema nervioso de que algo no anda bien. Podemos imaginar lo genial que sería una vida sin dolor, pero las personas incapaces de sentir dolor (insensibilidad congénita al dolor) viven en continuo riesgo, una simple fractura no atendida o una apendicitis no descubierta podría resultar terrible. ¿Pero qué hay de vivir con dolor crónico? Vamos a analizar un poquito los tipos de dolor.

Tipos de dolor

En función de la duración del dolor podemos distinguir entre:

  • Dolor agudo. En general, el dolor agudo aparece de repente, debido a una enfermedad, lesión o inflamación. A menudo se conoce la fuente que lo provoca, por lo que puede ser diagnosticado y tratado. Normalmente desaparece, aunque a veces puede convertirse en dolor crónico.
  • Dolor crónico. Se da cuando el dolor persiste en el tiempo, convirtiéndose en un trastorno en sí mismo. Es una condición de salud de la que no siempre se conocen las causas y que afecta a la vida de la persona que la padece y de los que le rodean, pudiendo durar semanas, meses o años. Puede tener una causa específica (cáncer, enfermedades reumáticas, cefaleas, enfermedades autoinmunes, fibromialgia, etc.) o no. En España, un 11% de la población padece dolor crónico, es decir, más de 5 millones de personas.

 

Consecuencias del dolor crónico

El dolor no siempre es curable,  en ocasiones el tratamiento farmacológico solo disminuye su intensidad. Estas son las consecuencias más notables que puede provocar el dolor crónico:

  • La persona que padece dolor crónico puede mostrar alteraciones a nivel emocional (irritabilidad, ansiedad, depresión, etc.), pues continuamente experimenta emociones desagradables.
  • Puede disminuir el nivel económico del sujeto, debido a la incapacidad para trabajar en algunos casos. Lo que además conllevará sentimientos de inutilidad.

 

  • Se verá afectado el autocuidado y la realización de actividades agradables, tendiendo a la introversión y depresión.

 

  • Deterioro de las relaciones sociales: amigos, familia, pareja, etc. Ese mal humor, irritabilidad y pocas ganas de salir o realizar actividades de ocio afectarán a la relación con los seres queridos.

 

Círculos viciosos en el dolor crónico

En ocasiones, los intentos de eliminar el dolor crónico nos pueden llevar a entrar en círculos viciosos que más que solucionar el problema, lo empeoran.

  • Contracturas musculares y dolor en zonas cercanas. Cuando luchamos contra el dolor, llevamos a cabo cambios en nuestro cuerpo para intentar disminuirlo (cambiamos la respiración, tensamos los músculos, adaptamos la postura, etc.). Cuando el dolor persiste en el tiempo, estas conductas no solo no ayudan a soportar el dolor, sino que lo incrementan.

 

  • Ansiedad y depresión. Cuando fracasamos continuamente en la lucha contra el dolor, nuestro estado de ánimo se ve afectado, lo que a su vez hace más insoportable la sensación de dolor.

 

  • Ganancias secundarias. Puede ocurrir que “gracias” al dolor evitemos realizar cosas que no nos gustan o apetecen, provocando también una mayor atención por parte de nuestros seres queridos. No obstante, esta situación limita y deteriora nuestras relaciones sociales e impiden mejorar la condición de dolor.

 

 

  • Tratamientos alternativos. En ocasiones, cuando no encontramos alivio con la medicina tradicional, podemos frustrarnos y abandonar el tratamiento para probar otro tipo de remedios no probados científicamente, lo que nos llevará a empeorar.

 

¿Cómo puede ayudarnos un psicólogo?

En circunstancias normales, no todos sentimos el mismo dolor ante una lesión similar  y nosotros mismos unas veces lo aguantamos mejor que otras dependiendo de nuestro estado de ánimo. Conocer los procesos psicológicos y emocionales implícitos en la percepción del dolor nos puede llevar a aprender a manejarnos mejor con él, haciéndolo más tolerable.

Vivir con dolor crónico puede hacerse muy duro. Por ello es imprescindible una intervención multidisciplinar, que incluya médico, fisioterapeuta, psicólogo, etc. El psicólogo puede fomentar que los pacientes incrementen el control sobre el dolor, tomando un papel activo en su recuperación, lo que ayudará también en el tratamiento con otros profesionales. Por otro lado, intervendrá en las consecuencias y problemas derivados de la percepción del dolor: relaciones sociales, problemas de sueño, trabajo, ocio, etc.

Desde el punto de vista de la psicología, el objetivo de la intervención será la aceptación del dolor y la normalización de la vida de la persona afectada dentro de sus posibilidades. Para ello, contamos con diferentes técnicas:

  • A nivel fisiológico: relajación muscular (mira nuestro vídeo de «Relajación Muscular») y control de la respiración, que nos ayudará a no caer en ese círculo vicioso de “tensión-dolor-tensión”.

 

  • A nivel cognitivo y emocional: se favorecerá la aceptación del dolor y se modificarán las creencias erróneas (echa un vistazo a nuestro artículo sobre «Distorsiones Cognitivas») mediante reestructuración cognitiva.

 

  • A nivel conductual: se modifican las conductas que influyen en la percepción del dolor (inmovilidad, inactividad física, etc.), favoreciendo la realización de actividades agradables. Dado que las personas que sufren este tipo de dolor se suelen quejar de “falta de tiempo”, se ayudará en la planificación para que siempre haya lugar para el ocio y el ejercicio físico.

 

Recomendaciones para tratar con el dolor crónico

En general, lo que debemos hacer ante la experiencia del dolor crónico es cuidar la actividad física y mental: mantener una buena higiene postural, aprender a relajarnos, conservar un buen contacto social y reemplazar aquellas actividades que ya no podamos hacer por otras que nos estimulen y distraigan.

Debemos tener en cuenta que el dolor crónico también afecta a los que nos rodean, especialmente a la familia más cercana. Intentemos compartir nuestros sentimientos más negativos con médicos, psicólogos u otros profesionales y guardemos los buenos momentos para disfrutar con la familia y amigos.

El Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, redactó un decálogo muy completo y útil de recomendaciones psicológicas que expongo a continuación:

  1. Sigue fielmente las pautas y consejos de tu médico.
  2. Afronta activamente tu problema: pide información a especialistas sobre tu dolor, por qué te duele, y qué lo mantiene. El dolor crónico no tiene por qué ser peligroso.
  3. Expresa e informa de tu dolor a los que te rodean para que te entiendan, pero no estés pendiente de él, elimina la queja constante y no centres tus conversaciones solo en el dolor.
  4. Recupera progresivamente tus actividades diarias, laborales, sociales y de ocio, aunque te cueste. Notarás una gran mejoría.
  5. Andar, moverte o hacer deporte (si tu médico lo aconseja), es un gran “antídoto” contra el dolor.
  6. Aprende a reducir las emociones negativas (tristeza, ansiedad, rabia, frustración, etc.), hará que disminuya tu percepción del dolor.
  7. Aprende técnicas de relajación para contrarrestar la tensión que el dolor provoca, y este disminuirá.
  8. Desarrolla tu imaginación para resolver los problemas que haya causado tu dolor. Cuenta con tus seres queridos para buscar soluciones.
  9. Adapta tu vida: piensa en todo lo que sí puedes hacer a pesar de tener dolor, seguro que es mucho.
  10. Si no puedes tú solo, busca ayuda psicológica. Es una buena forma de afrontar el problema y ganar calidad de vida.

 

Recomendaciones para cuidadores

Como hemos visto, el entorno cercano de la persona que padece dolor crónico se puede ver muy afectado. A continuación se presentan una serie de recomendaciones para aquellas personas que conviven con el afectado o cumplen con el rol de cuidador:

 

  • Pide ayuda a tu entorno. La carga repartida es más llevadera y pedir ayuda no es un signo de debilidad. Quieres dar lo máximo por tu ser querido, pero él también necesita verte bien, no agotado.

 

  • Actitud positiva (echa un vistazo al artículo «Cómo tener una actitud positiva»). Es importante mantener una actividad física regular, reservar todos los días un tiempo para ti, no abandonar tu aspecto físico y mantener a raya los pensamientos negativos. Deberemos fijarnos metas realistas, así evitaremos gran parte de la frustración.

 

  • No te aísles. Fomenta las redes sociales, estas suponen un canal de apoyo y desahogo emocional y favorecen tu bienestar.

 

  • Establece límites. Hay tareas que la persona a la que cuidas puede hacer por sí misma, y de hecho, esa autonomía y actitud activa le favorecerá en gran medida. Por otro lado, valora qué tareas no puedes llevar a cabo sin ayuda y planifica una rutina para poder compartirlas.

 

  • Sentimientos de culpa. Son muy frecuentes entre los cuidadores. Identifica por qué te sientes culpable y controla la autoexigencia. Si te resulta imposible vencer estos sentimientos por ti mismo acude a un profesional.

 

Si necesitas asesoramiento o más información sobre cómo podemos ayudarte, puedes encontrarnos en Promentium; llama y te informamos sin compromiso.

 

Sonia Otálora Ballester

Psicóloga en Promentium

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