El término depresión lo oímos constantemente en la calle, entre amigos, en los medios de comunicación…posiblemente contamos con mucha información que nos puede hacer sospechar en qué consiste. Sin embargo, se desconoce bastante el tratamiento de la depresión para que remitan los síntomas que nos hacen padecerla.
¿El tratamiento se basa en antidepresivos? ¿Qué otros tratamientos tenemos para la depresión? ¿Cuál es la combinación más efectiva para combatirla? ¿Cuándo comienza el tratamiento a ser efectivo? Son algunas cuestiones que nos planteamos con frecuencia y vamos a intentar resolverlas hoy.
El tratamiento de la depresión no reside en una simple modalidad, se basa en la combinación de estrategias tanto a nivel psicológico a través de psicoterapias como con fármacos.
A ello, en casos graves y resistentes, se puede sumar la terapia electroconvulsiva que se administra a nivel hospitalario.
La mayor parte de los pacientes son tratados ambulatoriamente, en un primer momento, desde atención primaria, siendo derivados a consultas o centro de salud mental cuando no hay mejoría o el paciente es candidato de beneficiarse de un tratamiento combinado con psiquiatría y psicología o simplemente atención psicológica.
Hay otros pacientes que sin embargo requieren ingreso hospitalario cuando la depresión es muy resistente al tratamiento ambulatorio, cuando hay un riesgo para si mismo (ideas o intento de suicidio) o cuando hay síntomas muy graves tanto a nivel psicomotriz, como de estirpe psicótica o con una afectación severa de biorritmos como apetito y sueño.
En cuanto a los fármacos que usamos para el tratamiento, los más usados son los llamados antidepresivos. Estos fármacos actúan sobre el sistema nervioso central potenciando la neurotransmisión de noradrenalina y serotonina. Todo ello se produce en cuestión de horas, pero el efecto antidepresivo a nivel clínico suele notarse entre las 4-6 semanas del inicio del tratamiento, esto es común para todos los antidepresivos. No se conoce la causa de la tardanza en alcanzar el efecto buscado.
Otro aspecto que preocupa a muchos pacientes es la dependencia o tolerancia que puedan crear. A diferencia de otros psicofármacos, los antidepresivos no crean dependencia ni tolerancia. Tampoco son euforizantes excepto que el paciente tenga un trastorno bipolar de base y el antidepresivo provoque un cambio de fase.
Dentro de las familias de antidepresivos tenemos:
Inhibidores no selectivos de la recaudación de aminas (tricíclicos): Amitriptilina, imipramina, clomipramina. Aumentan los niveles de serotonina y noradrenalina a través de la inhibición de la recaptación de ambos neurotransmisores, pero también de otros adrenérgicos, histaminérgicos… ello conlleva efectos secundarios en varios niveles por lo que quedan relegados a una segunda línea cuando los de primera resultan ineficaces. Además están contraindicados en la lactancia.
Inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO): Tratan de inhibir una enzima que se encarga de degradar la noradrenalina, dopamina y serotonina, aumentando entonces la disponibilidad de ellas. Su carácter irreversible y falta de selectividad originan muchos efectos secundarios, por lo que apenas se usan.
Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS): Los más conocidos por todos, con eficacia similar a los anteriores pero mucho menos efectos secundarios. Elegidos de primera opción. Fluoxetina, paroxetina, citalopram, escitalopram, fluvoxamina y sertralina.
Antidepresivos más nuevos: Como inhibidores de recaptación de serotonina y noradrenalina (duales), ejemplo de ello es venlafaxina y duloxetina. Por el efecto dual se defiende una mayor rapidez de acción y eficacia.
Otros fármacos: Mirtazapina, más sedante. Bupropion, con escasos efectos anticolinérgicos ni sexuales ni tampoco aumento de peso.
Terapia electroconvulsiva (TEC): Se trata de la producción de crisis convulsivas generalizadas tónico-clónicas aplicando una corriente eléctrica en el cráneo. Es una técnica muy segura. Se realiza con anestesia general de corta duración. La principal indicación es en depresión mayor, con una alta eficacia, y en depresiones psicóticas, con elevada rapidez. Otra indicación es en síndrome catatónico, aunque también se usa en cuadros maniacos y esquizofrénicos.
Otros tratamientos para la depresión son la psicoterapia de apoyo, tanto para explicar el proceso al paciente como para mejorar la capacidad de afrontamiento de la enfermedad por parte de la familia. Las técnicas cognitiva y psicoterapia interpersonal son especialmente eficaces.
Por último, para el uso clínico, a la hora de elegir un antidepresivo debemos tener en cuenta la existencia de antecedentes de respuesta a antidepresivos en episodios previos y el perfil de efectos secundarios e interacciones. Si se consigue una respuesta completa el tratamiento debe mantenerse al menos 6 meses con la misma dosis con la que se consiga la curación. Para decir que estamos frente a una depresión resistente al menos se debe haber probado con dos antidepresivos en dosis eficaces y con el tiempo correcto.
En algunos casos debe plantearse un tratamiento de mantenimiento indefinido, principalmente en función del número de recaídas, si ha tenido tres episodios en su vida, en función de la edad o de la gravedad de los/as mismas. El objetivo será lograr la dosis mínima eficaz que favorezca el cumplimiento del tratamiento y sin que aparezcan efectos secundarios.
El sueño es una necesidad básica del organismo y, como tal, es imprescindible para la supervivencia. Entre sus funciones se encuentran la de regular la temperatura corporal, recuperación de tejidos, reparación cerebral, etc.
El insomnio es el trastorno del sueño más frecuente en adultos (6-10% de la población) y se caracteriza por problemas en la iniciación o mantenimiento del sueño y por la presencia de un sueño no reparador, llegando a producir un deterioro importante en la vida diaria.
Tipos y causas
En primer lugar podemos distinguir entre:
Insomnio primario. El problema es el insomnio en sí.
Insomnio secundario. El trastorno del sueño es debido a una enfermedad, consumo de sustancias, etc.
Si ahondamos más en la causa nos encontramos con:
Insomnio agudo. La causa es un acontecimiento estresante, como una oposición, boda, etc. Este tipo de dificultad del sueño cesará cuando desaparezca el suceso estresante o la persona consiga adaptarse a la situación.
Insomnio psicofisiológico. Este tipo se basa en una preocupación excesiva por el sueño cuando hay intención de dormir, tendiendo a la somnolencia cuando es una siesta no programada o hacemos algo rutinario. La actividad mental es alta, con muchos pensamientos intrusivos y también una gran tensión física que dificulta la relajación. A lo largo del día se teme el momento de ir a dormir, puesto que la persona entra en una espiral de nerviosismo y ansiedad.
Insomnio debido a trastornos mentales. Imaginemos el caso de una persona que está sufriendo ansiedad, depresión o cualquier otra enfermedad y los propias síntomas dificultan la capacidad de tener un sueño adecuado.
Insomnio debido a problemas médicos. Como en el caso anterior, al estar relacionado con una enfermedad o problema, su curso fluctuará en torno a esta.
¿Realmente sufro insomnio?
En el DSM-5 (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) se exponen los siguientes criterios para el diagnóstico del insomnio:
Dificultad para iniciar el sueño.
Dificultad para mantener el sueño, con numerosos despertares y/o problemas para volver a coger el sueño después de estos.
Despertar precoz por la mañana, sin poder dormir de nuevo.
Existe un deterioro en la vida del individuo, bien sea por la alteración del sueño o por la fatiga diurna asociada.
Debe producirse al menos 3 noches a la semana durante un mínimo de 3 meses.
¿Qué ocurre cuando hay un déficit de sueño?
Durmiendo una media de 4 o 5 horas cada 24 horas sería suficiente para mantener las funciones y supervivencia del organismo. No obstante, el punto óptimo de descanso parece situarse en algo más de 8 horas diarias, lo que incrementaría nuestro bienestar y calidad de vida. Un punto a tener en cuenta es el hecho de que las necesidades de sueño varían de una persona a otra e, incluso, en la misma persona a lo largo de su vida.
La falta de sueño se suele asociar con una menor concentración, memoria, capacidad de abstracción, etc. así como con una mayor incidencia de enfermedades médicas de tipo hormonal, cardiovascular, inmunológica, psiquiátrica, etc. y una alteración del estado de ánimo.
Recomendaciones
Es importante recabar información acerca de la calidad de nuestro sueño y registrar diariamente los horarios y hábitos que probablemente estén afectando a nuestra calidad de sueño y promoviendo el insomnio. Para ello, podemos servirnos de un “diario de sueño”.
Alimentación. Evitar: acostarse con hambre, cenar muy copiosamente, alcohol y estimulantes (cafeína, teína, etc.).
Actividades. Evitar: actividad física intensa 2h previas a dormir, luz artificial constante (móvil, pc, tablet) y siestas a lo largo del día. Favorecer los rituales relajantes antes de dormir, como un baño templado, respiración profunda, etc. Establecer un horario habitual para dormir. Si pasados 20 min no nos dormimos, levantarnos y hacer algo rutinario o aburrido.
Condiciones ambientales. Ventilar la habitación, mantener una temperatura adecuada, ambiente tranquilo y sin ruidos, evitar luz intensa, higiene de la habitación.
Otros: detención de pensamientos negativos y preocupaciones. Ir a la cama cuando se tenga sueño y no utilizarla para actividades como ver la televisión o mirar redes sociales. Hacer algo de deporte diariamente facilita el sueño, siempre que no se haga justo antes de acostarnos, como hemos visto en el punto anterior.
La Depresión es un Trastorno emocional caracterizado por dos síntomas principales o primarios: la tristeza vital, una tristeza profunda y permanente y la anhedonia, pérdida de interés o placer por la mayoría de las actividades habituales y no habituales.
No podemos disfrutar con nada. Pero no es solamente eso, la enfermedad depresiva es mucho más, afecta a todo nuestro organismo. Es por ello que hablamos de síntomas secundarios de la Depresión.
La sensación es que todo nuestro cuerpo funciona mal y así es. A veces no sabemos lo que nos pasa, nos sentimos mal, tanto anímicamente como físicamente.
Muchas veces es necesario un estudio orgánico para descartar otras patologías; los síntomas pueden abarcar tantos sistemas que sería difícil enfermar de tantos órganos a la vez.
¿Cuáles son estos síntomas?
Alteraciones del sueño, como insomnio o dormir demasiado.
Es más frecuente el despertar precoz, te despiertas de madrugada, a veces sobresaltado, y es imposible volver a conciliar el sueño. En otras ocasiones el depresivo se duerme durante el día de forma irremediable.
Fatiga o pérdida de energía casi todos los días.
A todas horas aparece el cansancio, es como si el cuerpo pesara el doble. En los casos más graves la postración es el estado habitual de la persona.
Disminución o aumento del apetito casi todos los días.
Suele ser un cambio sustancial con lo habitual en ese individuo. Es más frecuente no ingerir apenas alimentos, se come por obligación y enseguida hay sensación de plenitud que impide continuar con la ingesta. En el caso contrario se come desaforadamente, sobre todo, hidratos de carbono.
Pérdida importante de peso o aumento de peso.
Como consecuencia del síntoma anterior.
Ansiedad, inquietud o agitación.
Según la intensidad del síntoma. Normalmente no se sabe por qué, lo cual genera más zozobra.
Retraso psicomotor o enlentecimiento.
Tanto para razonar como para hablar y moverse. No responde ni el cuerpo ni la mente a las necesidades habituales.
Dificultad para pensar, concentrarse, tomar decisiones y recordar cosas.
En algunas depresiones, si esta es muy intensa, hay que hacer diagnóstico diferencial con la demencia.
Sentimientos de inutilidad o culpa, fijación en fracasos del pasado o autorreproches.
Es como si todo lo malo que hemos vivido viniera de repente a nuestra mente, incluso, a veces, distorsionando el recuerdo para mal.
Arrebatos de enojo, irritabilidad o frustración, incluso por asuntos de poca importancia.
Es como si no fuéramos los mismos, el carácter está distorsionado.
Problemas físicos inexplicables.
Diversos dolores que no eran habituales como dolores de cabeza, de espalda, de cuello, de estómago, sensación de ahogo, presión en el pecho, sudoración excesiva, picores, hormiguilla, diarrea o estreñimiento, alteraciones menstruales, alteraciones sexuales, y cualquier síntoma físico que se nos ocurra puede estar motivado por una depresión. De ahí la necesidad de consultar al médico de familia estos síntomas por si alguno de ellos fuera ocasionado por otra patología intercurrente. No tienen por qué aparecer todos, lo más habitual es que haya alguno de ellos.
Pensamientos frecuentes o recurrentes sobre la muerte.
Desde pensamientos pasivos sobre la muerte hasta incluso suicidio, pasando por deseo de morir o ideas de suicidio no muy estructuradas o sin una clara intencionalidad. Es fundamental explorar ese síntoma.
No todas las personas con depresión presentan todos estos síntomas y no todas los presentan con la misma intensidad, pero es bueno identificarlos y conocer que son debidos a esta patología. De esa forma, una vez identificados estos síntomas, se puede comenzar a trabajar con ellos de manera que el individuo recupere un adecuado funcionamiento en las actividades diarias de la vida cotidiana y, con ello, su bienestar.
En el artículo de hoy abordamos los trastornos del estado de ánimo en niños y, en concreto, vamos hablar sobre las diferencias que caracterizan a los niños en comparación con las personas adultas a la hora de sufrir problemas anímicos, sobre todo depresivos.
No hace falta ser psicólogo para entender a una persona depresiva, triste, con sentimientos negativos y pensamientos a veces pesimistas, que ha perdido la esperanza y la ilusión. Los psicólogos llamamos anhedonia a esa dificultad que sufren los pacientes depresivos para poder sentir placer y disfrutar de las actividades, cosas, relaciones interpersonales y rutinas que anteriormente les producía ese sentimiento de bienestar que tanto nos vitaliza cuando estamos bien.
¿Qué observamos en los niños?
Seguro que se nos ocurren muchas cosas. Se suele hablar de esos niños irritables, que viven como enfadados y malhumorados, como si les pasara algo que nadie entiende. A veces no duermen bien, no quieren ir a dormir, ni quieren jugar y se encierran en su propia rabia. En la literatura científica esto es uno de los criterios diagnósticos de la depresión infantil, son síntomas por exceso de función, en vez de por defecto; es decir, en vez de ver un niño triste, con un sentimiento de pérdida, o angustia depresiva, vemos un chico rabioso, alterado, demasiado movido, incluso muy inquieto.
La dificultad de los niños para conectar con sus sentimientos
Este aspecto es el que me gustaría hoy llevar a reflexión: esta dificultad que tienen los niños en la primera infancia para poder conectar con los sentimientos de debilidad o fragilidad, lo cual se debe a la falta de estructuración psíquica en tan tiernas edades. A veces esto se reproduce en la crisis de la adolescencia, momento en el que el niño debe duelar la infancia y despedirse de un cuerpo infantil, de una mente infantil para poder ser hombre o mujer, pasando sus padres a ser «otros padres», de ahí el duelo, que los chicos suelen mostrarse como en deuda con el mundo, sobre todo con lo que está relacionado con la serie materna o con lo adulto (profesores, padres, médicos, etc.).
Quizá podamos pensar la omnipotencia adolescente como una defensa a esa caída depresiva que produce el duelo en estas fases del desarrollo psíquico. Es más divertido estar de mala leche que triste. Al menos la rabia da vidilla.
Cuando pensamos los trastornos del estado de ánimo en los niños debemos tener presentes dos aspectos:
1. El grado de estructuración psíquica del pequeño
2. El funcionamiento del entorno familiar
Los que escuchamos las angustias infantiles sabemos que los niños realizan duelos por cuestiones que los adultos pueden considerar insignificantes (un juguete, una mudanza, separarse de un ser querido…).
Respecto al punto 1, podemos pensar la gran diferencia con la que asume la pérdida, por ejemplo, de un ser querido, un niño que ha adquirido la diferencia yo-no yo de otro que aún no tiene claro ese límite. Los niños dependen de la mirada del otro y es por ello que los niños más pequeños cuando se separan de una figura de apego significativa sienten que pierden una parte de sí mismos, lo cual produce una fractura interna. Por así decirlo, sería como si él mismo se rompiera internamente o no lograra armar su estructura psíquica.
Respecto al punto 2, cuando tenemos una mamá deprimida, o pasando un duelo, el pequeño queda como «tomado» por el duelo en el que está inmersa la persona amada para él, ya que no está diferenciado de ella, y es como si lo arrastrara en su propia depresión, cayendo en una especie de derrumbe sin límite, sin fondo.
Estos niños a veces se enfrentan no sólo a la pérdida de un ser querido, sino a la «muerte en vida» de la persona que lo cuida, que está como «disociada», con la mirada perdida, desconectada emocionalmente para poder cuidar y llevar las cargas de la vida adulta, pero muy triste. Este tema lo describe muy bien André Green en su capítulo «La madre muerta» de su libro «Narcisismo de vida, narcisismo de muerte».
A veces frente al duelo por un ser querido los niños se mueven en exceso para mostrar que ellos están vivos, pudiendo expresar en ese movimiento desorganizado, sin palabras, un sufrimiento que no pueden decir de otro modo. Quizá algunos niños TDAH quieran «despertar» a una madre o padre dormidos, desvitalizados, aletargados, cansados, tristes… (¡»mamá, aquí estoy, mírame, cuídame, ponme límites, dame amor, disfruta conmigo y de mí!»).
Recuerdo el caso de un niño que perdió a su hermano mayor, que acudía a consulta por mal comportamiento, desafiante y de difícil manejo a nivel familiar y escolar, que contaba su madre que tras perder a su hijo no pudo lavar a éste en 4 años, porque se quedó muy deprimida. Además ella temía cualquier situación peligrosa por si también perdía a éste. El paciente aseguró una vez «mi hermano no sólo se llevó el alma de mi madre, sino la mía».
La importancia del trabajo de los sentimientos de culpa en los niños
Cuando trabajamos con niños tenemos que cuidar mucho el tema de la culpa, ya que en los niños es muy sutil, y está como a flor de piel, y el sentimiento de culpa les produce una inhibición en su desarrollo evolutivo, a veces un bloqueo afectivo, ya que la culpa en los niños es aplastante. A pesar de que el niño no sea consciente de ello, el terapeuta, y también los adultos de referencia debemos nombrar que ellos han hecho lo que han podido, que no son culpables de lo ocurrido, para proteger su narcisismo y que éste pueda desarrollarse de forma sana.
La herramienta por excelencia con la que contamos los psicólogos infantiles es el juego libre, el juego simbólico, tanto modelando, dibujando, como cantando o construyendo figuritas de papel para que el niño que no puede representar su conflictiva psíquica mediante palabras lo pueda exponer y darle un sentido, hasta que consiga metabolizarlo a su ritmo y dentro de sus posibilidades psíquicas.
Los pediatras y maestros que se relacionen con los pequeños, al igual que la familia, no deben minimizar la angustia depresiva en los niños, no debemos trivializar el sufrimiento psíquico en la infancia, ya que el malestar emocional es intergeneracional y debe ser escuchado y entendido para que el paciente pueda «utilizarnos» de forma especular y seamos su voz y sostén en este proceso de crecimiento y alivio que conlleva cualquier acto terapéutico hacia los niños.
Ana Belén Tejero
Psicóloga Clínica, especializada en el ámbito infanto-juvenil
Ser padres es uno de los mayores retos que se nos plantean en nuestra vida, y como tal, cuando nos enteramos de la esperada noticia nos asaltan multitud de dudas y preguntas que intentamos resolver a través de libros, revistas, documentales y, por supuesto, la experiencia de personas de nuestro entorno.
Durante el embarazo y los primeros meses de vida recibimos una gran cantidad de información sobre modelos de crianza, alimentación, peso, motricidad o primeras palabras, siempre desde la perspectiva de un desarrollo estandarizado. Por ello, es tan importante conocer las características de la logopedia en atención temprana.
¿Qué sucede si mi hijo tiene dificultades desde el nacimiento o su desarrollo no es como marcan los estándares?
Lo más importante es contactar con el profesional adecuado para intervenir en las necesidades que nuestro hijo demanda. Si observamos que el niño tiene dificultades en la alimentación y la comunicación (lenguaje -oral y escrito-, habla, voz o funciones orofaciales) será necesario solicitar la valoración de un logopeda, dado que es el profesional sanitario encargado de prevenir, evaluar, diagnosticar y tratar tales dificultades.
Trastornos del neurodesarollo
Debemos estar atentos y saber identificar ciertos signos de alarma que nos harán sospechar si nuestro niño necesita un logopeda.
Cuando se habla de trastornos del neurodesarrollo hay señales claras, que sin embargo pueden pasar desapercibidas. En la siguiente tabla se muestran algunas:
Edad
Señales
7 meses
– No responde cuando le llaman por su nombre. – No vocaliza ni sonríe como respuesta al hablante.
9 meses
– No hay respuesta significativamente diferente a extraños y familiares. – No le preocupa permanecer solo durante períodos prolongados de tiempo.
12 meses
– No utiliza ni gestos ni sonidos para pedir. – No hay intención de comunicar. – No entiende ninguna instrucción ni ritual social sencillo.
15 meses
– No imita ni sonidos ni gestos sencillos. – No señala con el dedo para pedir. – No comprende órdenes sencillas (negación, dame, ven…). – No usa palabras con sentido referencial.
24 meses
– No combina dos palabras para formar frases. – No señala con el dedo personas/objetos familiares cuando se le nombran. – No ejecuta órdenes habituales. – No aumenta su vocabulario. – No imita acciones sencillas de forma diferida – Muestra poco interés hacia las personas o niños de su entorno. – No utiliza los objetos de forma adecuada. – No hace juego ordinario con juguetes habituales para su edad. – Realiza movimientos repetitivos extraños. – Se resiste a cambios de rutinas.
Si algunas de estas señales se ven reflejadas en el comportamiento de tu hijo, se debería consultar con un logopeda, pues será el encargado de evaluar, diagnosticar y tratar los aspectos del lenguaje afectados.
Otras dificultades
Por otro lado, existen otras señales de alarma que nos harán sospechar de una posible dificultad. A continuación, se destacan varias de ellas:
A mi hijo le cuesta mucho mamar, se cansa, y me han salido grietas. En ese caso puede no haber una correcta coordinación succión-deglución, puede que el bebé no se esté agarrando de la forma adecuada, y un sinfín de teorías más. La cuestión es que hay que averiguar por qué sucede eso y solucionarlo. Lalactancia no tiene que ser difícil ni dolorosa, y si ese es el caso hay que contactar con un logopeda especializado, que junto con la asesora en lactancia y la enfermera pediátrica es el profesional indicado para establecer un tratamiento efectivo.
Mi bebé ha tenido que ser ingresado en la UCIN y está siendo alimentado a través de una sonda ¿Podrá comer alguna vez por boca? ¿Qué alternativas tengo? El logopeda es el profesional encargado de valorar, adaptar y tratar la alimentación del pequeño.
Mi bebé ha nacido con fisura labiopalatina ¿Cómo lo amamanto? ¿Cuál es el proceso que nos espera? Junto con el pediatra y el maxilofacial, el logopeda será el profesional encargado de asesorar y adaptar la lactancia y rehabilitar la zona afectada para minimizar el máximo posible las dificultades de respiración, deglución y habla.
Mi hijo respira siempre por la boca, tiene mocos de forma continua, ronca por las noches… Puede que estemos ante un caso de respirador oral,lo que puede desembocar en un niño con déficit atencional e inquieto, y que, además, se le está modificando la estructura facial. El logopeda ayudará a valorar por qué el niño respira continuamente por la boca, derivará al otorrino y odontopediatra y trabajará en la rehabilitación de las funciones orales afectadas.
No entiendo a mi hijo cuando habla, hay fonemas que no dice o que sustituye por otros… Podríamos estar hablando de un Trastorno de los Sonidos del Habla, donde podemos encontrar dificultades fonéticas y fonológicas, y el logopeda es el profesional encargado de evaluar, diagnosticar y tratar estas dificultades.
Mi bebé de 24 meses no habla demasiado, suele decir mamá, papá, agua y poco más. ¿Es normal? ¿Debo esperar a que empiece en el cole? Me han dicho que no pasa nada, que “ya hablará”. A los 2 años se produce una explosión lingüística que hace que el niño tenga un vocabulario amplio y que consiga hacer ya frases de 2 y 3 palabras. Si ese no es el caso, el “ya hablará” no es una alternativa. El logopeda evalúa, diagnostica y trata los problemas de lenguaje y habla desde la Atención Temprana.
Mi hijo, en ocasiones, se bloquea, repite varias veces las sílabas y las palabras. ¿Será evolutivo? ¿Se le pasará con el tiempo? ¿Qué podemos hacer nosotros? Si ve reflejado a su hijo en esta descripción debe consultar a un logopeda para resolver todas sus dudas, evaluar a su hijo y realizar un tratamiento adaptado a su caso, ya que quizá se estén describiendo los síntomas de una tartamudez.
A mi hijo le cuesta bastante leer. No le gusta escribir. Confunde algunas letras, se salta palabras o se inventa otras, no conseguimos que lea más rápido y tiene muchas faltas de ortografía. En este caso podríamos estar hablando de dificultades específicas del aprendizaje como dislexia, disgrafía o discalculia. Actualmente, no se acepta un diagnóstico antes de los 8 años, lo que nos hace llegar tarde a una correcta intervención. En ningún caso es necesario un diagnóstico, por lo que consultar al logopeda y comenzar un tratamiento adecuado será la mejor opción.
Ser padres es complicado, un reto, como ya se dijo, y no siempre tendremos la respuesta a las dudas y temores que nos abordan. La comunicación y la alimentación son habilidades complejas que podemos no controlar, por eso, es necesario contactar con el profesional adecuado, que nos guiará hacia las respuestas que necesitamos, en este caso el logopeda.
Espero que esta información haya sido útil y de interés. Puedes ver más información sobre la logopedia aquí. No dudéis en consultar sobre cualquier duda que os planteéis.
Bibliografía
Pino López, M. Inventario de desarrollo atención temprana abril ’12. Logopedia en Atención Temprana. Más Formación. Ciudad Real.
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