Los Trastornos alimentarios y de la ingestión de alimentos, que en ocasiones se representa como TCA, son aquellos desórdenes relacionados con la ingesta, pero no solo se reducen a eso. Estos trastornos afectan también a otros factores como son las relaciones sociales o laborales, la autoestima, los niveles de autoexigencia, la visión distorsionada del cuerpo, incluso a problemas médicos graves que pueden llegar a ser mortales.
Cuando hablamos de estos trastornos, parece que solo existan la Anorexia (AN) y la Bulimia (BN), pero encontramos otros trastornos, así como categorías que engloban aquellos casos que no cumplen todos los criterios. Esta última categoría se establece porque para la psicología, cuando algo está afectando a la vida personal, social o laboral, así como si produce malestar significativo (físico o psicológico), el caso es digno de diagnóstico aunque no cuadre a la perfección con los criterios establecidos.
Vamos a conocer los distintos TCA, de más a menos conocido:
Anorexia nerviosa
Esta enfermedad, en alza en los últimos 50 años, conlleva consecuencias que pueden ser tan graves como la muerte. ¿Qué criterios se deben cumplir para un diagnóstico de AN?
Restricción de la ingesta, que produce un peso corporal significativamente bajo (inferior al mínimo normal o al peso mínimo esperado en el caso de niños y adolescentes).
Miedo intenso a ganar peso o comportamiento persistente que interfiere en el aumento de peso (incluso con un peso significativamente bajo).
Alteración en la percepción de su propio peso o constitución, autoevaluación física irreal, autoevaluación personal muy influida por su imagen o ausencia del reconocimiento de la gravedad del poco peso actual.
Puede ser:
Tipo restrictivo:
Durante los últimos 3 meses, no realiza atracones o purgas (vómito autoprovocado, laxantes, diuréticos o enemas).
La pérdida de peso es debida sobre todo a la dieta, el ayuno y/o el ejercicio excesivo.
Tipo con atracones/purgas:
Durante los últimos 3 meses, realiza atracones o purgas.
Estos “atracones” pueden ser similares a los que se presentan en la bulimia o subjetivos (el sujeto considera un exceso, cantidades poco mayores a lo habitual o por contener alimentos “malos”).
La gravedad de la AN se estima en adultos por el índice de masa corporal (IMC), en niños y adolescentes, en el percentil del IMC. Pincha aquí para saber más sobre el IMC.
La a OMS (Organización Mundial de la Salud), establece estos márgenes, aunque la gravedad puede aumentar según los síntomas clínicos, el grado de discapacidad funcional y la necesidad de supervisión.
Gravedad
IMC
Leve
Igual o mayor a 17 kg/m2
Moderado
16-16,99 kg/m2
Grave
15-15,99 kg/m2
Extremo
Menor a 15 kg/m2
Hospitalización, peligro de muerte.
Bulimia nerviosa
En ocasiones se puede confundir con la Anorexia Nerviosa (purgativa), pero difiere en el método principal usado para el adelgazamiento, las características temporales y de los comportamientos compensatorios, los factores intervinientes, rasgos psicológicos, comorbilidad, efectos médicos secundarios al trastorno, etc. La BN, se caracteriza por:
Episodios recurrentes de atracones. El atracón se caracteriza por dos hechos:
Ingestión en un periodo determinado, de una cantidad de alimentos claramente superior a la cualquiera ingeriría en tiempo y circunstancias similares.
Sensación de falta de control durante el atracón (como no poder parar, o no controlar qué o cuánto comer).
Comportamientos compensatorios inapropiados, para evitar el aumento de peso (como el vómito autoprovocado, laxantes, diuréticos u otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo).
Los atracones y su compensación se dan, mínimo una vez a la semana durante 3 meses.
La autoevaluación personal se ve muy influida por su constitución y peso.
La gravedad de la BN se basa en la frecuencia de comportamientos compensatorios inapropiados, aunque puede aumentar para reflejar otros síntomas y el grado de discapacidad funcional.
Gravedad
Compensación inapropiada a la semana
Leve
1-3
Moderado
4-7
Grave
8-13
Extremo
14 (o +)
Trastorno de atracones
Es fácil de confundir con la Bulimia nerviosa, así como pasar desapercibido. Aunque parezca similar a “comer por estrés”, este trastorno se caracteriza una falta de control muy superior, con fuertes sentimientos de humillación y vergüenza, que lejos de ser un método de alivio para el estrés, generan un enorme malestar en la persona que los padece. ¿Cómo se identifica?
Episodios recurrentes de atracones.
Los episodios de atracones se asocian a tres (o más) hechos:
Comer mucho más rápido de lo normal.
Comer hasta sentirse desagradablemente lleno.
Comer grandes cantidades cuando no se siente hambre física.
Comer solo (debido a la vergüenza por la cantidad que se ingiere).
Sentirse al acabar a disgusto con uno mismo, deprimido o muy avergonzado.
Malestar intenso respecto a los atracones.
Los atracones se producen, mínimo una vez a la semana durante 3 meses.
No se dan comportamientos compensatorios inapropiados (se descarta si se padece BN o AN).
Su gravedad se basa en la frecuencia de los episodios de atracón y puede aumentar al reflejar otros síntomas y el grado de discapacidad funcional.
Gravedad
Atracones semanales
Leve
1-3
Moderado
4-7
Grave
8-13
Extremo
14 (o +)
Pica
Es muy habitual en la infancia y en sujetos con otras patologías mentales de cualquier edad. Consiste en:
Ingestión persistente de sustancias no nutritivas y no alimentarias (durante mínimo 1 mes).
La ingestión es inapropiada al grado de desarrollo de la persona (edad, CI, madurez…).
La ingesta en cuestión, no forma parte de una práctica social o cultural.
Si se da junto a un trastorno mental o afección médica, su diagnóstico se efectuará si el suceso es suficientemente grave (cantidad, tipo de sustancia y consecuencias físicas).
Trastorno de rumiación
Este es un trastorno más común en la infancia, aunque puede aparecer a cualquier edad. Dentro de sus problemas encontramos patologías gastrointestinales y un gran peligro de asfixia, provocada por la aspiración de la comida durante la regurgitación. ¿De qué se trata este trastorno?
Regurgitación repetida de alimentos durante mínimo de 1 mes. Una vez regurgitados los alimentos, se vuelven a masticar, tragar o se escupe.
La regurgitación es voluntaria, no por una afección gastrointestinal, médica o por otro TCA (p. ej., reflujo gastroesofágico, estenosis pilórica, Bulimia nerviosa). Si los síntomas se dan junto otro trastorno mental, debe ser suficientemente grave para justificar atención clínica adicional.
Trastorno de evitación/restricción de la ingestión de alimentos
Se ha añadido recientemente a los TCA. Aunque es una entidad propia, hace las veces de antesala de la anorexia nerviosa en la infancia. ¿Pero, en qué consiste?
Ocurre una alteración en la ingestión de alimentos, como: falta de interés aparente por comer, evitación de la comida por sus características (color, sabor, olor y textura) o preocupación sobre las consecuencias repulsivas de comer (sensación de estar lleno, defecar, miccionar, flatulencias, etc..).
Esto se refleja en el fracaso para cumplir las necesidades nutritivas y/o energéticas que supone:
Pérdida de peso significativa (fracaso en el aumento de peso esperado o crecimiento escaso en niños).
Deficiencia nutritiva significativa.
Dependencia de la alimentación enteral o de suplementos nutritivos.
Interferencia importante en el funcionamiento psicosocial.
El trastorno no se da por la falta de alimentos disponibles, una práctica cultural, afección médica, ni por otro TCA. Por tanto, no presenta un trastorno en el modo de ver el propio peso o constitución.
Si aparece junto a otro trastorno mental, para ser diagnosticado, su gravedad excede a la que suele asociarse a la afección o trastorno y justifica la atención clínica adicional.
Síndrome de ingestión nocturna de alimentos:
Este síndrome se encuentra dentro de la categoría Otro trastorno alimentario o de la ingestión de alimentos especificado, y consiste en:
Episodios recurrentes de ingesta de alimentos por la noche. Un consumo excesivo de alimentos ya sea después de cenar o al despertarse del sueño.
Existe consciencia y recuerdo de la ingestión.
El acto no se explica mejor por influencias externas, como cambios en el ciclo de sueño o normas sociales y culturales.
El acto causa malestar significativo y/o problemas del funcionamiento.
No se explica mejor por el trastorno por atracón u otro trastorno mental, incluido el consumo de sustancias, trastorno médico o efecto de ninguna medicación.
La depresión en el anciano es, junto con la demencia, la enfermedad mental más frecuente en esta etapa de la vida. A pesar de esto, es una enfermedad que pasa con frecuencia desapercibida y, sin embargo, es la responsable no sólo de un importante sufrimiento para el paciente y su entorno, sino también de un incremento en la prevalencia y mala evolución de otras complicaciones médicas. Es muy importante saber que el ánimo depresivo no forma parte del envejecimiento normal y no es un acompañamiento natural e inevitable del mismo.
Los datos que baraja la OMS, en torno a la salud mental del colectivo geriátrico, indican que el 25% de ellos presenta algún tipo de trastorno psiquiátrico; entre tales trastornos destaca la depresión como el más frecuente hasta los 75 años. Sin embargo, la prevalencia de la depresión en este colectivo varía enormemente dependiendo de las circunstancias en que los ancianos se encuentren:
• 10% de los ancianos que viven en la comunidad.
• 15-35% de los que viven en residencias.
• 10-20% de los ancianos hospitalizados.
• 40% de los ancianos que tienen un trastorno somático y reciben tratamiento.
• 50% de los ancianos hospitalizados en centros psiquiátricos.
No obstante, y a pesar de estas elevadas cifras de prevalencia, la depresión es la enfermedad mental del anciano con mejor pronóstico, dado su carácter reversible con un tratamiento adecuado.
Los síntomas pueden ser similares a los de una depresión en el adulto pero otras veces no están claramente presentes y son difíciles de detectar:
El humor depresivo puede pasar desapercibido por el aplanamiento afectivo de algunos mayores.
Muchos ancianos no saben reconocer que está deprimidos y no se quejan.
Los síntomas principales de la depresión como la pérdida de energía, la pérdida de interés, la pérdida de apetito, la astenia, el insomnio, las alteraciones cognitivas y el enlentecimiento psicomotor pueden atribuirse erróneamente al envejecimiento.
Las quejas somáticas pueden ser el primer síntoma y a veces el único en las etapas iniciales de la enfermedad, además pueden aparecer quejas hipocondriacas y alguna enfermedad concomitante que dificulte aún más el diagnóstico.
Otras veces los síntomas son únicamente de ansiedad, inquietud psicomotriz o agitación, y otras veces son síntomas psicóticos lo cual puede llevar a confundir el diagnóstico y errar en el tratamiento.
Ante cualquier cambio en su actitud, en su carácter, en sus hábitos…, conviene pensar en la posibilidad de una depresión y ante la duda consultar con el médico de familia que si descarta patología orgánica tiene la opción de consultar con el psiquiatra.
La depresión en el anciano requiere ser diagnosticada pronto y con precisión, para evitar las consecuencias negativas a las que puede conducir. Debería valorarse sistemáticamente el estado de ánimo al igual que le controlamos la tensión arterial o la glucosa en sangre.
Un aspecto especialmente crítico es el riesgo de suicidio en el paciente anciano deprimido. Sabemos que este riesgo es mayor en las depresiones del anciano que en las edades más jóvenes.
Los principales factores de riesgos de la depresión en el anciano son:
Biológicos: factores genéticos, sexo femenino, y los que se dan con mayor frecuencia a medida que aumenta la edad, disfunción de neurotransmisores, cambios endocrinos, cambios vasculares cerebrales, enfermedad médica (algunas enfermedades frecuentes en la edad avanzada se asocian a prevalencias elevadas de depresión).
Psicológicos: como algunos atributos de la personalidad, el neuroticismo elevado o las distorsiones cognitivas.
Sociales: eventos estresantes de la vida (por ejemplo, la muerte de un amigo cercano o un cambio de residencia), el estrés crónico, un bajo nivel socioeconómico, situaciones de soledad, real o percibida por el anciano, los ancianos que viven solos o alejados de la familia o de los amigos tienen un riesgo elevado de presentar depresión.
El tratamiento habitual de la depresión en los ancianos incluye:
Psicoterapia: como la terapia Interpersonal, la logoterapia, terapias dinámicas o terapias cognitivo-conductuales, entre otras.
Psicofármacos, fundamentalmente los antidepresivos, aunque también pueden utilizarse otras sustancias coadyuvantes como antipsicóticos atípicos, litio, antiepilépticos, estimulantes y hormonas.
Es importante la valoración de los efectos adversos, la tolerancia y las interacciones. En el paciente anciano el manejo debe ser más cuidadoso, los efectos adversos suelen ser más frecuentes y en ciertas ocasiones más peligrosos que en jóvenes, suelen tolerarse peor y lo habitual es que tomen varios fármacos para otras patologías lo que aumenta la posibilidad de interacciones.
La familia puede ayudar explicándole el carácter temporal de la depresión, comentarle la frecuencia del trastorno, comunicarle la buena evolución si ésta se produce, reconvenir su tendencia a ver todo lo negativo, mantenerse siempre en una postura dialogante y flexible con el enfermo y sobre todo dejarle expresarse.
No hay que pedirle que levante el ánimo y ponga algo de su parte, no aconsejarle que se vaya de viaje o de vacaciones para olvidar, no intentar convencerle si su estado es delirante, y no persuadirle de que hay mejoría, aunque no la haya.
Y en general es recomendable un envejecimiento proactivo, tener una visión positiva de lo que se ha vivido y logrado, pensar que es uno mismo el que la puede cambiar, hacer deporte regularmente y llevar una alimentación saludable basada en la dieta mediterránea.
Un PAN es un Pensamiento Automático Negativo, unos ejemplos serían: “Qué idiota soy”, “Seguro que no me sale”, “Soy un torpe”. Todos estos pensamientos forman parte de nuestro lenguaje negativo interno cotidiano.
Hay que entender que una persona puede tener muchas opiniones, creencias y sentimientos que se contradicen entre sí y eso no hace que tengan menos valor. Por ejemplo, puedes tener muchas ganas de empezar en tu trabajo nuevo, sentirte orgulloso y emocionado, pero a la vez no querer empezar porque te impresiona y te impone.
Todos los sentimientos son válidos, pero tienen la importancia que le otorguemos dentro de la balanza de todo lo que sentimos, conocemos y pensamos. Esto pasa también con estos pensamientos automáticos. No todo lo que pensamos es cien por cien real, no todo lo que sentimos tiene sentido y nuestros actos no tienen siempre que representar nuestras opiniones, ni quienes somos. Si aceptamos esto, nos liberaremos de mucha de la culpa que sentimos y le podremos restar importancia a estos PAN cuando aparezcan.
Estos pensamientos automáticos negativos vienen de forma inconsciente de aquel lugar en nuestra mente donde guardamos nuestros miedos, nuestros traumas, nuestras experiencias del pasado, nuestras inseguridades… de los esquemas de pensamiento que hemos ido adquiriendo y asumiendo a lo largo de nuestra vida. Son de aquella parte oscura de nosotros, que ha adoptado aquello que le han inculcado, que está acomplejada, enfadada, en alerta y triste, con una visión negativa de todo, incluyendo de nosotros mismos.
Podemos imaginar, para visualizarlo mejor, la sombra que acompañaba a Peter Pan: aunque era parte de él, solía meterle en líos. Pues esta sombra de nosotros mismos es la que nos susurra esos PAN, de forma inconsciente, irracional y cuando menos lo esperamos. No podemos deshacernos de esa sombra, pero podemos no darle más importancia de la que tiene, no alimentarla y ponerla en su lugar, detrás de nosotros, no marcando nuestros pasos.
En la medida en que atendamos a esos PAN y los creamos propios, les estamos dando visibilidad, les estamos dotando de importancia. Este peso que le otorgamos va pesando en nuestra autoestima, en la visión que tenemos de nosotros mismos y del mundo. Puede provocar problemas sociales, laborales, incluso inducir trastornos del estado del ánimo, de ansiedad, obsesivo compulsivos, de la conducta alimentaria o simplemente “amargarnos la existencia”.
Para no sucumbir ante las garras de esta visión negativa sesgada e incompleta, el primer paso es diferenciar aquellos pensamientos que “son nuestros” de aquellos que son generados de forma automática por esa parte oscura, los PAN.
¿Cuáles son las características de los PAN y cómo puedo identificarlos?
– Suelen ser negativos o dañinos (para nosotros mismos o para otros), por lo que provocan gran malestar, estrés y sufrimiento.
– Son adquiridos (los imitamos, asumimos o adoptamos de nuestro entorno ya a una edad muy temprana, estando muy influidos por el mundo que nos rodea, en especial de aquellos que ejercen mayor influencia, padres, hermanos, héroes, profesores…).
–Son reiterativos, concisos y específicos (suelen repetirse, incluso con las mismas palabras, usando un lenguaje característico).
– Son inconscientes y reflejos (no son elaborados, sino reactivos o ligados a situaciones o emociones, por lo que no somos del todo conscientes de qué los genera o activa).
– Son irracionales (sin una base real y sin estar sometidos a juicio).
– Son incuestionables. Se presentan como frases sentenciosas e inamovibles, que al ser automáticas, no se llegan a analizar racionalmente, aceptándose como una verdad absoluta (sobre todo si se han adoptado de fuentes externas importantes para el sujeto).
– Son incapacitantes y desadaptativos. Su contenido negativo socaba la autoestima y la voluntad, bien siendo un impedimento para nuestra conducta, bien incitando a la evitación o escape de ciertas experiencias y situaciones (si crees que vas a fracasar, lo más probable es que no lo intentes o procures escaquearte). Es decir, actúan de límites autoimpuestos, que nos impiden o dificultan alcanzar nuestros propósitos y ser nosotros mismos.
– Son en primera persona (“Soy tonto”). Aunque también pueden presentarse en segunda persona (“Mira que eres tonto”), el hecho de que se den en primera persona nos hace aceptarlos como propios, representantes de nuestro concepto de nosotros mismos y por tanto, que creamos con mayor fuerza en la veracidad de su contenido.
– Son plausibles pero distorsionados. La raíz de la mayoría de esos PAN internos son frutos de distorsiones del pensamiento. Aunque el resultado de esa distorsión es verosímil, es fácil de desmontar si lo analizas consciente y racionalmente, buscando una base real que lo sustente o lo contradiga.
¿Qué es una distorsión del pensamiento?
Son sesgos en la lógica que nos inducen a pensamientos o creencias que no se ajustan a la realidad, cuyos análisis o conclusiones son fáciles de desmontar o no tienen una base sólida. Es decir, tendencias a pensar desde una perspectiva que distorsiona la información que recibimos, sacando conclusiones por lo general erróneas, que dan lugar a un pensamiento distorsionado, contraproducente y negativo, como los PAN.
¿Qué puedo hacer?
De momento, saber de la existencia de los PAN y de su efecto puede ponerte en alerta y darte la oportunidad de prestar una atención más crítica a tu diálogo interno. Podrías comenzar a conectar con tu interior haciendo el siguiente ejercicio: presta atención a cómo te hablas a ti mismo (qué te dices y cómo lo dices) y dedica un momento al día a analizar tus pensamientos haciéndote algunas de estas preguntas.
¿Soy amable o duro conmigo mismo?
¿Soy optimista con mis opciones? ¿Creo en mí?
¿Me doy valor o me lo quito?
¿Hay alguna frase negativa que me repito?
¿Pienso a menudo algo que me haga sufrir?
¿Cuánto creo en lo que acabo de pensar de 0 a 10?
Puedes consultar nuestro artículo relacionado con las «Distorsiones Cognitivas, Parte 1». Saber de ellas es el primer paso para dominarlas. Al conocerlas y aprender a identificarlas, podemos ser conscientes de su presencia para así gestionarlas de una forma distinta, quitándoles importancia o bloqueándolas, para que no influyan en nuestra conducta o sentimientos. ¡Estad pendientes de nuestras redes sociales, iremos adelantando la comunes!
Para ayudaros a manejar esos PAN y pensamientos distorsionados, podéis leer en nuestro blog “Cómo afrontar los Pensamientos Negativos | 6 claves para conseguirlo”, donde os facilitamos distintas herramientas de mucha utilidad a la hora de lidiar con vuestra sombra interior.
Bibliografía consultada (en parte) para las características
El término depresión lo oímos constantemente en la calle, entre amigos, en los medios de comunicación…posiblemente contamos con mucha información que nos puede hacer sospechar en qué consiste. Sin embargo, se desconoce bastante el tratamiento de la depresión para que remitan los síntomas que nos hacen padecerla.
¿El tratamiento se basa en antidepresivos? ¿Qué otros tratamientos tenemos para la depresión? ¿Cuál es la combinación más efectiva para combatirla? ¿Cuándo comienza el tratamiento a ser efectivo? Son algunas cuestiones que nos planteamos con frecuencia y vamos a intentar resolverlas hoy.
El tratamiento de la depresión no reside en una simple modalidad, se basa en la combinación de estrategias tanto a nivel psicológico a través de psicoterapias como con fármacos.
A ello, en casos graves y resistentes, se puede sumar la terapia electroconvulsiva que se administra a nivel hospitalario.
La mayor parte de los pacientes son tratados ambulatoriamente, en un primer momento, desde atención primaria, siendo derivados a consultas o centro de salud mental cuando no hay mejoría o el paciente es candidato de beneficiarse de un tratamiento combinado con psiquiatría y psicología o simplemente atención psicológica.
Hay otros pacientes que sin embargo requieren ingreso hospitalario cuando la depresión es muy resistente al tratamiento ambulatorio, cuando hay un riesgo para si mismo (ideas o intento de suicidio) o cuando hay síntomas muy graves tanto a nivel psicomotriz, como de estirpe psicótica o con una afectación severa de biorritmos como apetito y sueño.
En cuanto a los fármacos que usamos para el tratamiento, los más usados son los llamados antidepresivos. Estos fármacos actúan sobre el sistema nervioso central potenciando la neurotransmisión de noradrenalina y serotonina. Todo ello se produce en cuestión de horas, pero el efecto antidepresivo a nivel clínico suele notarse entre las 4-6 semanas del inicio del tratamiento, esto es común para todos los antidepresivos. No se conoce la causa de la tardanza en alcanzar el efecto buscado.
Otro aspecto que preocupa a muchos pacientes es la dependencia o tolerancia que puedan crear. A diferencia de otros psicofármacos, los antidepresivos no crean dependencia ni tolerancia. Tampoco son euforizantes excepto que el paciente tenga un trastorno bipolar de base y el antidepresivo provoque un cambio de fase.
Dentro de las familias de antidepresivos tenemos:
Inhibidores no selectivos de la recaudación de aminas (tricíclicos): Amitriptilina, imipramina, clomipramina. Aumentan los niveles de serotonina y noradrenalina a través de la inhibición de la recaptación de ambos neurotransmisores, pero también de otros adrenérgicos, histaminérgicos… ello conlleva efectos secundarios en varios niveles por lo que quedan relegados a una segunda línea cuando los de primera resultan ineficaces. Además están contraindicados en la lactancia.
Inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO): Tratan de inhibir una enzima que se encarga de degradar la noradrenalina, dopamina y serotonina, aumentando entonces la disponibilidad de ellas. Su carácter irreversible y falta de selectividad originan muchos efectos secundarios, por lo que apenas se usan.
Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS): Los más conocidos por todos, con eficacia similar a los anteriores pero mucho menos efectos secundarios. Elegidos de primera opción. Fluoxetina, paroxetina, citalopram, escitalopram, fluvoxamina y sertralina.
Antidepresivos más nuevos: Como inhibidores de recaptación de serotonina y noradrenalina (duales), ejemplo de ello es venlafaxina y duloxetina. Por el efecto dual se defiende una mayor rapidez de acción y eficacia.
Otros fármacos: Mirtazapina, más sedante. Bupropion, con escasos efectos anticolinérgicos ni sexuales ni tampoco aumento de peso.
Terapia electroconvulsiva (TEC): Se trata de la producción de crisis convulsivas generalizadas tónico-clónicas aplicando una corriente eléctrica en el cráneo. Es una técnica muy segura. Se realiza con anestesia general de corta duración. La principal indicación es en depresión mayor, con una alta eficacia, y en depresiones psicóticas, con elevada rapidez. Otra indicación es en síndrome catatónico, aunque también se usa en cuadros maniacos y esquizofrénicos.
Otros tratamientos para la depresión son la psicoterapia de apoyo, tanto para explicar el proceso al paciente como para mejorar la capacidad de afrontamiento de la enfermedad por parte de la familia. Las técnicas cognitiva y psicoterapia interpersonal son especialmente eficaces.
Por último, para el uso clínico, a la hora de elegir un antidepresivo debemos tener en cuenta la existencia de antecedentes de respuesta a antidepresivos en episodios previos y el perfil de efectos secundarios e interacciones. Si se consigue una respuesta completa el tratamiento debe mantenerse al menos 6 meses con la misma dosis con la que se consiga la curación. Para decir que estamos frente a una depresión resistente al menos se debe haber probado con dos antidepresivos en dosis eficaces y con el tiempo correcto.
En algunos casos debe plantearse un tratamiento de mantenimiento indefinido, principalmente en función del número de recaídas, si ha tenido tres episodios en su vida, en función de la edad o de la gravedad de los/as mismas. El objetivo será lograr la dosis mínima eficaz que favorezca el cumplimiento del tratamiento y sin que aparezcan efectos secundarios.
El sueño es una necesidad básica del organismo y, como tal, es imprescindible para la supervivencia. Entre sus funciones se encuentran la de regular la temperatura corporal, recuperación de tejidos, reparación cerebral, etc.
El insomnio es el trastorno del sueño más frecuente en adultos (6-10% de la población) y se caracteriza por problemas en la iniciación o mantenimiento del sueño y por la presencia de un sueño no reparador, llegando a producir un deterioro importante en la vida diaria.
Tipos y causas
En primer lugar podemos distinguir entre:
Insomnio primario. El problema es el insomnio en sí.
Insomnio secundario. El trastorno del sueño es debido a una enfermedad, consumo de sustancias, etc.
Si ahondamos más en la causa nos encontramos con:
Insomnio agudo. La causa es un acontecimiento estresante, como una oposición, boda, etc. Este tipo de dificultad del sueño cesará cuando desaparezca el suceso estresante o la persona consiga adaptarse a la situación.
Insomnio psicofisiológico. Este tipo se basa en una preocupación excesiva por el sueño cuando hay intención de dormir, tendiendo a la somnolencia cuando es una siesta no programada o hacemos algo rutinario. La actividad mental es alta, con muchos pensamientos intrusivos y también una gran tensión física que dificulta la relajación. A lo largo del día se teme el momento de ir a dormir, puesto que la persona entra en una espiral de nerviosismo y ansiedad.
Insomnio debido a trastornos mentales. Imaginemos el caso de una persona que está sufriendo ansiedad, depresión o cualquier otra enfermedad y los propias síntomas dificultan la capacidad de tener un sueño adecuado.
Insomnio debido a problemas médicos. Como en el caso anterior, al estar relacionado con una enfermedad o problema, su curso fluctuará en torno a esta.
¿Realmente sufro insomnio?
En el DSM-5 (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) se exponen los siguientes criterios para el diagnóstico del insomnio:
Dificultad para iniciar el sueño.
Dificultad para mantener el sueño, con numerosos despertares y/o problemas para volver a coger el sueño después de estos.
Despertar precoz por la mañana, sin poder dormir de nuevo.
Existe un deterioro en la vida del individuo, bien sea por la alteración del sueño o por la fatiga diurna asociada.
Debe producirse al menos 3 noches a la semana durante un mínimo de 3 meses.
¿Qué ocurre cuando hay un déficit de sueño?
Durmiendo una media de 4 o 5 horas cada 24 horas sería suficiente para mantener las funciones y supervivencia del organismo. No obstante, el punto óptimo de descanso parece situarse en algo más de 8 horas diarias, lo que incrementaría nuestro bienestar y calidad de vida. Un punto a tener en cuenta es el hecho de que las necesidades de sueño varían de una persona a otra e, incluso, en la misma persona a lo largo de su vida.
La falta de sueño se suele asociar con una menor concentración, memoria, capacidad de abstracción, etc. así como con una mayor incidencia de enfermedades médicas de tipo hormonal, cardiovascular, inmunológica, psiquiátrica, etc. y una alteración del estado de ánimo.
Recomendaciones
Es importante recabar información acerca de la calidad de nuestro sueño y registrar diariamente los horarios y hábitos que probablemente estén afectando a nuestra calidad de sueño y promoviendo el insomnio. Para ello, podemos servirnos de un “diario de sueño”.
Alimentación. Evitar: acostarse con hambre, cenar muy copiosamente, alcohol y estimulantes (cafeína, teína, etc.).
Actividades. Evitar: actividad física intensa 2h previas a dormir, luz artificial constante (móvil, pc, tablet) y siestas a lo largo del día. Favorecer los rituales relajantes antes de dormir, como un baño templado, respiración profunda, etc. Establecer un horario habitual para dormir. Si pasados 20 min no nos dormimos, levantarnos y hacer algo rutinario o aburrido.
Condiciones ambientales. Ventilar la habitación, mantener una temperatura adecuada, ambiente tranquilo y sin ruidos, evitar luz intensa, higiene de la habitación.
Otros: detención de pensamientos negativos y preocupaciones. Ir a la cama cuando se tenga sueño y no utilizarla para actividades como ver la televisión o mirar redes sociales. Hacer algo de deporte diariamente facilita el sueño, siempre que no se haga justo antes de acostarnos, como hemos visto en el punto anterior.
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