En la primera sesión, será conveniente ayudar a comprender a nuestros clientes la naturaleza y funciones de la ansiedad en nuestra vida. Esta parte inicial de la terapia será la denominada psicoeducación, donde explicaremos cómo funcionan estas emociones y su funcionalidad.
Podemos empezar por pedir a nuestro cliente que nos describa cómo es el miedo para él o ella, donde se abarcan los tres componentes fundamentales del miedo y la ansiedad:
– las sensaciones físicas (palpitaciones cardíacas, sudor, mareo, visión borrosa, respiración entrecortada, tensión, síntomas gastrointestinales, etc.),
– los aspectos cognitivos (lo que piensan nuestros clientes cuando sienten temor),
– y la conducta manifiesta ( lo que hacen los clientes durante un episodio de miedo o ansiedad, como escapar o evitar).
MIEDO
El miedo se caracteriza por una activación brusca y aguda de la rama simpática del sistema nervioso autónomo que incluye sensaciones fisiológicas de diferente intensidad, como aumento de la sudoración, incremento de la tasa cardíaca, falta de aliento, mareo y otros.
Se le suma la tendencia a luchar o huir de las señales ambientales o corporales, reales o percibidas de amenaza o peligro. El miedo es una emoción orientada al presente que responde a un peligro o amenaza real o imaginaria. Este miedo puede ser perfectamente adaptativo que nos motiva y moviliza para emprender la acción.
ANSIEDAD
La ansiedad es un estado de ánimo orientado al futuro, que cursa con inquietud ansiosa, preocupación y activación sostenida del sistema nervioso simpático, aumento de tensión muscular, agarrotamiento del pecho, molestias digestivas, así como otros síntomas somáticos. Por lo común, la ansiedad nos llega por algo que puede ocurrir en el futuro inmediato o distante.
PRACTICA EN LA PSICOTERAPIA
Llegados a este punto conviene charlar con nuestro cliente acerca de situaciones en las que haya pasado miedo, y después lo convertimos en ansiedad, y al revés. Un ejemplo de miedo sería el ataque de pánico, por otra parte la preocupación por un futuro ataque implicaría la ansiedad. La respuesta que experimentamos por un acontecimiento traumático se acercaría al miedo, y la preocupación de que pueda regresar ese recuerdo es típico de la ansiedad.
Si la ansiedad es una emoción aversiva, y todo lo aversivo es causa de malestar y sufrimiento ¿de qué serviría experimentarla?
ANSIEDAD ADAPTATIVA
Explorar los beneficios prácticos de la ansiedad, se puede preguntar a los clientes por ejemplos de sus vidas, situaciones en las que hayan experimentado miedo y esa reacción les haya servido para permanecer a salvo y seguros, o podemos ponerles ejemplos de nuestra vida, ese miedo que impulsa para la acción defensiva u ofensiva cuando la salud o seguridad parecieron amenazadas. Servirá para ayudar a los clientes a descubrir que la respuesta de miedo y a veces, de ansiedad han sido útiles porque sin ellas, probablemente no habríamos sobrevivido.
Los efectos beneficiosos de cantidades moderadas de ansiedad y preocupación se conocen desde hace años (Yerkes y Dodson, 1908), ayudan a motivarnos para responder a las amenazas potenciales y actuar. Los tres componentes del miedo y ansiedad, sensaciones físicas, pensamiento y acción, no son algo patológico: sentimos, pensamos y hacemos cosas todo el tiempo. No es posible imaginar nuestra vida sin esos tres aspectos vitales.
La ansiedad y el miedo son perfectamente adaptativa y no entraña ningún peligro por sí mismas, se vuelven peligrosos cuando no estamos dispuestos a experimentarlos, de esta manera, vivimos al servicio de la evitación cuya principal barrera es impedir vivir plenamente. El peligro entonces no resulta de la ansiedad o el miedo que experimentamos ni que estén en nuestra vida en gran cantidad, son peligrosos cuando permitimos a estas emociones controlar nuestra vida. Es entonces cuando dejamos de vivir y ponemos en riesgo lo realmente valioso de nuestra vida, permitimos que estas emociones definan quienes somos y lo que hacemos.
CONCLUSIÓN
Nuestros clientes pueden pensar que están solos en sus problemas, nosotros señalaremos que este tipo de trastornos se incluyen entre los problemas psíquicos más frecuentes, hasta el 25 por ciento de toda la población en algún momento de su vida. Habitualmente aprendemos los procesos que contribuyen a estos trastornos (evitación, escape, tendencia a controlar las emociones desagradables) desde la infancia.
Como ejemplo, aprendemos de niños a no tocar una estufa caliente porque hace daño. Puede que lo hayamos aprendido por experiencia propia o bien de forma vicaria, escuchando a nuestros padres advertirnos. Fuimos socializados para usar el dolor y sufrimiento físico y psíquico como razón de peso para nuestra conducta y la de los otros. Un ejemplo lo tenemos en que se admite perder un día de trabajo o colegio por sentirse mal.
Aprendemos también a aplicar esa misma estrategia de control a pensamientos, recuerdos y emociones que nos resultan desagradables o penosos, pero en este caso no dan buen resultado aplicadas a nuestras emociones. En realidad no podemos evitar los sentimientos de ansiedad y miedo de la misma manera que apartamos la mano de la estufa caliente.
Podemos preguntar a nuestro cliente si puede acaso desconectar de sus emociones de igual forma que aparta la mano de la estufa encendida para no quemarse, preguntemos si son capaces de sentirse de tal modo u otro solo por desearlo, preguntemos si se dan cuenta de hecho, de que sus sentimientos caminan junto a ellos por mucho que corran.
¿Será que forman parte de nosotros esos sentimientos de ansiedad, aprensión o inseguridad y no podemos evitarlos ni escapar de ellos, porque simplemente forman parte de nosotros?
Recuerda: “podrás correr, pero no podrás esconderte de ti mismo”.
Bibliografía:
Georg H. Eifert , John P. Forsyth, Álvarez Fernández, R. (2014). La terapia de aceptacion y compromiso para trastornos de ansiedad. Mensajero.
Sergio Vidal-Salmerón Pujante
Psicólogo General Sanitario