Cuando escuchamos la palabra trauma, muchas personas piensan en accidentes graves, guerras o catástrofes naturales. Sin embargo, el trauma psicológico es un fenómeno mucho más amplio y a menudo, difícil de detectar y comprender por aquellos que no lo estén experimentando. Puede afectar a cualquier persona, en cualquier etapa de la vida.
Entonces, ¿qué entendemos por trauma?
El trauma psicológico se refiere a una experiencia emocional abrumadora que sobrepasa la capacidad de quien la afronta. No se trata de lo que ocurre, sino de cómo se vive. De ahí que un evento pueda ser traumático para alguien y no serlo para otro, porque depende de múltiples factores, tales como la historia personal, los recursos emocionales, el contexto social o incluso el momento vital en el que ocurre.
El trauma no es solo el recuerdo de algo doloroso, sino que es una herida emocional que puede quedarse sin procesar, es decir, “atascada” en el sistema nervioso, generando síntomas y afectando a la forma en que nos relacionamos con nosotros mismo y con el mundo.
Tipos de traumas
Los profesionales suelen distinguir entre dos grandes grupos de traumas. Por un lado, trauma agudo, refiriéndose a aquel que se da por un evento concreto y puntual, como un accidente, una agresión o un desastre natural. Por otro lado, existe el trauma complejo, aquel resultado de situaciones repetidas o prolongadas en el tiempo, como el maltrato infantil, la violencia de pareja continuada o el abandono emocional, abuso, negligencia o falta de seguridad afectiva. Suele tener un impacto más profundo, especialmente si ocurre en etapas tempranas del desarrollo.
¿Cómo se manifiesta el trauma?
Cada persona puede verse afectada de una forma diferente, pero en general suele el trauma suele manifestarse en varios aspectos de la vida, encontrando como los más frecuentes los siguientes:
- Síntomas físicos: insomnio, dolores crónicos, fatiga persistente, alteraciones digestivas.
- Síntomas emocionales: ansiedad, tristeza, irritabilidad, miedo intenso, sentimientos de vergüenza o culpa.
- Síntomas conductuales: aislamiento, evitación de ciertas situaciones, conductas impulsivas o autodestructivas.
- Reexperimentación: pesadillas, recuerdos intrusivos o sensación de revivir el suceso.
- Desconexión emocional: sentirse “apegado”, insensible o desconectado del entorno.
Todo ello puede derivar en trastornos psicológicos, aunque no todas las personas que han vivido un evento traumático terminan desarrollando un diagnóstico clínico como tal.
¿Cómo puede ayudar la terapia?
La terapia no se centra en eliminar los síntomas o cambiar los recuerdos dolorosos sin más, sino que suele tener el objetivo terapéutico de trasformar la relación que tiene la persona con su experiencia interna. Esto incluye desarrollar flexibilidad psicológica, aprender a aceptar y experimentar emociones desagradables sin quedar atrapado/a en ellas y, sobre todo, a dar un sentido a la vida, a pesar de que haya cicatrices de las heridas pasadas.
Si te identificas con algo de lo mencionado en este artículo o simplemente sospechas que una experiencia pasada puede estar afectando a tu día a día, intenta buscar apoyo en las personas de confianza de tu entorno y si es necesario en profesionales para ayudarte a entender lo que te ocurre y poder aprender herramientas adaptadas a tus necesidades.
Es importante que no te exijas “estar bien” demasiado pronto, ya que el proceso puede llevar su tiempo, pero querer acelerar el proceso precisamente puede llevar a que se alargue o dificulte más de la cuenta.
🩵 Conclusión
El trauma psicológico no siempre surge de grandes tragedias; a veces nace de experiencias cotidianas que superaron nuestra capacidad de afrontamiento. Comprender esto es un paso esencial para dejar de minimizar lo que sentimos y empezar a cuidar nuestras heridas emocionales.
Sanar un trauma no significa olvidar lo ocurrido, sino aprender a relacionarnos de otra manera con nuestro pasado, integrar lo vivido y permitirnos avanzar con mayor calma y sentido.
Si sientes que alguna experiencia del pasado sigue afectando tu presente, recuerda que no tienes que enfrentarlo solo/a. Buscar ayuda profesional puede ser el comienzo de un proceso de comprensión, reparación y crecimiento personal. Sanar lleva tiempo, pero cada paso cuenta en el camino hacia tu bienestar.
Ana Belén Ortín Aguilar
Psicóloga Sanitaria en Promentium -Salud y bienestar-
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