Estas son las típicas frases que decimos cuando sentimos que nuestro hijo es desobediente:

“Lo hemos probado todo, y ya no hay nada qué hacer. Este hijo no tiene solución”

“Hemos cambiado todas las normas, pero todo le da igual”

“Lo castigamos con lo que más le duele, pero pasa de todo”

Etc, etc, etc…

Qué sensación de hastío, de impotencia y fracaso personal sentimos los padres cuando nuestros hijos no nos hacen caso, no cumplen con nuestra expectativa de obediencia.

Cuando tenemos un bebé decimos orgullosas las mamás que es muy bueno porque come y duerme bien, lo cual es algo anhelado para completar nuestra expectativa de “bebé bueno”. Vemos cómo las madres que no descansan en los primeros meses de vida de su hijo, que la familia entera sufre las tensiones de los cólicos del lactante, llantos, vómitos, insatisfacción con la lactancia, con el sueño y demás, miran asombrados a los padres que dicen que su hijo es muy bueno, como si hubiera que cumplir con ese entramado social de que los hijos vienen a facilitarnos la vida, a completar nuestro narcisismo, narcisismo muchas veces herido por nuestra historia personal.

“Este hijo hará lo que yo diga mientras que viva en esta casa”

“Sólo hará lo que yo diga hasta que sea mayor de edad, pues yo soy la responsable”

Normas, normas y … más normas

¿Seguro que lo hemos probado todo? ¿Seguro que no podemos hacer nada más? ¿No os parece en los casos de padres que tiran la toalla que hay algo bloqueado, como cuando una tubería se atasca y por más que hagamos y productos que le echemos, aquello no avanza? Quizá ése sea el problema: que haya algo de tiempo atrás que impida el vínculo afectivo entre los padres y sus hijos. Es un tema delicado pues no se puede generalizar, pero podemos pensar qué es lo que nos hace ser padres, y yo os invito a elegir esta respuesta: haber sido hijos.

Desde la infancia llevamos una historia personal de aprendizajes, de experiencias, de emociones, de amores y desamores, encuentros y desencuentros, ya empezando desde el parto: nacemos con desgarro, con angustia y lloramos nuestro primer grito de vida pues sin él es difícil respirar por uno mismo. Y es en este momento en el que le decimos a nuestra madre: “aquí estoy, y ahora me agarraré a ti mucho tiempo, te usaré y te necesitaré para crecer”

¿De verdad pensáis que hace falta tanta norma y castigos para estar bien en nuestra convivencia? ¿O el concepto de obediencia responde más a un proceso de identificación sano, en el que el amor a los padres hace que los niños quieran ser como ellos, colaborar, ayudar…y disfrutar juntos? Yo pongo más peso en la balanza por esta segunda opción.

Es el amor a la madre lo que hace que el niño quiera controlar los esfínteres:

“ya no me haré la caca encima sino en ese orinal porque me lo pide mamá”

“Escucho a mi madre y empatizo con ella, porque ella siempre lo ha hecho así…es más, es lo que he visto en mis padres, y no sé hacerlo de otro modo”

“Hago los deberes porque quiero aprender para crecer y ser personas felices como mis padres”

Hay una diferencia enorme entre hacer las cosas por obligación o por amor: EL DESEO DE LIBERTAD. Querer crecer se facilita cuando los padres crecen y dejan a su hijo que pueda elegir, que se equivoque, que pueda sentir angustia y tenga opciones de formar una identidad libre, sin coacciones o imposiciones.

Hay un perfil de padres temible para el desarrollo psíquico de los niños que son los narcisistas, pues estos chicos tienen que responder a las exigencias que ellos necesitan para estar bien, pero no empatizan con las necesidades del niño. Son padres como caprichosos, que si los niños no cumplen con todas sus exigencias o mandatos, se sienten muy mal, y fuerzan al niño a extremos insostenibles, incluso pueden volcarle su ira cuando éstos fallan, en vez de empatizar con ellos.

En muchas ocasiones vemos este tipo de familias en nuestras consultas, padres marcados por una historia cargada de carencias afectivas propias, que intentan proyectar en el niño todas sus inseguridades incluso traumas, y es como si quien tuviera que dar seguridad a la vida fuera el hijo, hijo que puede entrar en esa locura abismal de los padres o puede separarse de ellos frecuentemente con algún síntoma, ya que rebelarse de los padres a edades tempranas es difícil (objetivo que será vital en la adolescencia). También puede generar un trastorno del estado de ánimo en los niños, en el que contamos con detalle en el anterior post

Cuando los chicos crecen pasará algo parecido, pues transitar la adolescencia y elaborar el duelo que genera el hecho de dejar la infancia para asumir una vida adulta y marcada por responsabilidades es más difícil ante unos padres con exceso de demandas narcisistas (éstos están siempre recordando al hijo que es pequeño y que tiene que seguir dependiendo de su deseo, por lo que impide el acceso a lo social, de sumo interés para estructurar una identidad adulta).

Consejos

Dejemos que los chicos crezcan libres, con una verdadera identidad propia, aunque no sea la personalidad que más nos hubiera gustado para ellos. Dejemos que nuestros hijos funcionen por sí mismos y se desarrollen a su ritmo, sin imposición alguna que fuerce lo más natural, que es la vida.

¿Por qué no calmarnos? Hemos tenido hijos para disfrutar de ellos un tiempo, darles amor, cuidarlos, darles un hogar digno y que se vayan, pero cuando esto ocurra, que quieran volver a visitarnos y a compartir momentos bonitos. Que un niño crezca implica que aprenda a decir “NO”, por rabia que nos dé y dolor que nos cause. Que un niño viva implica que a veces tome decisiones que no le beneficien, y aun así acompañarlos en su camino sin intrusiones ni manipulaciones, para que pueda conocerse a sí mismo y el día de mañana poder actuar en libertad.

¿Os animáis a jugar a ser padres felices? ¿nos atrevemos a retirar premios y castigos, a ver qué pasa? ¿Dedicamos tiempo a realizar actividades apasionantes…en vez de a estar supervisando continuamente la mochila o deberes de nuestros peques?

Os invito a vivir una paternidad feliz, que aunque no consigamos logros no dejemos de llevarnos bien y disfrutar juntos. Tal vez así los procesos de identificación puedan funcionar para crear una identidad sana y fructífera.

Y si no es así, hay espacios terapéuticos en los que se puede encontrar respuestas a las preguntas sobre todos estos temas. Desde Centro Promentium estamos encantados en atender su demanda. No dudéis en consultar con nosotros. Será un placer atenderos.

Ana Belén Tejero Martín

Psicóloga Clínica especializada en el ámbito infanto-juvenil

Foto de Monstera en Pexels

Suscríbete al blog