¿Te cuesta decir que no a la gente que te rodea? ¿Hay personas con las que te resulta difícil lidiar porque te hacen sentir “pequeño”? ¿Te da la sensación de que los demás invaden tu espacio y no puedes ser tú mismo? ¿O puede que no te atrevas tampoco a ser firme en tus opiniones?
Si has contestado que sí a alguna de estas preguntas, probablemente tengas cierto problema de habilidades sociales o, más concretamente, de asertividad. Seguro que lo has escuchado montones de veces, pero sigues sin tener claro lo que es. No eres el único, tranquilo. Incluso la RAE se queda corta y obsoleta al dar definición a este término. Caballo, en su artículo de 1983 “Asertividad: definiciones y dimensiones”, afirma que la característica común de todas las definiciones ofrecidas es que “enfatizan la autoexpresión de uno mismo sin herir a los demás”.
Me quedo con la definición de Alberti (1977) que, a mi parecer, es la más completa: “Se define la conducta asertiva como ese conjunto de conductas, emitidas por una persona en un contexto interpersonal, que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de esa persona de un modo directo, firme y honesto, respetando al mismo tiempo los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones y derechos de la(s) otra(s) persona(s). Esta conducta puede incluir la expresión de emociones tales como ira, miedo, aprecio, esperanza, alegría, desesperación, indignación, perturbación, pero en cualquier caso se expresa de una manera que no viola los derechos de los otros. La conducta asertiva se diferencia de la conducta agresiva en que ésta, mientras expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de una persona, no respeta estas características en los otros”.
Bien, ahora que ya sabes qué es, es momento de empezar a preguntarte cómo trabajarla. En consulta me gusta empezar con el libro de «La Asertividad. Expresión de una sana autoestima» (Olga Castanyer). Está bien para los que quieran aprender desde casa, aunque es importante realizar los ejercicios y llevarlos a la práctica. Si no, no conseguiremos ningún resultado.
¿Cómo podemos mejorar nuestra asertividad?
Debes tener en cuenta que normalmente no tenemos problemas de asertividad en todos los ámbitos de nuestra vida (pareja, trabajo, familia, sexualidad, amistad,…), así como tampoco somos siempre agresivos. Así que, en primer lugar, es necesario que conozcas las situaciones en las que te cuesta ser asertivo y te inclinas finalmente por la pasividad o la agresividad. También es importante que seas consciente de con qué tipo de personas te sucede más a menudo (tu cuñado, una compañera de trabajo,…).
Una vez tengas tu listado hecho, jerarquiza las distintas situaciones que has elegido, es decir, de la que menos te cuesta a la que más. Elige la primera de ella y pon en práctica alguna de estas técnicas:
- Técnica del disco rayado: ante una petición o sugerencia a la que no quieres acceder o ante el enfado de una persona que te exige algo, lo mejor es usar esta técnica. Por ejemplo, un amigo quiere que le acompañes a comprar algo, pero tú no puedes o, simplemente, no quieres, y le dices: “No, lo siento, tengo otra cosa que hacer –o no me apetece hacerlo-“. Tu amigo en este punto empieza a darte razones para que lo acompañes, quiere que lo hagas independientemente de si quieres tú o no, por lo que tú, ante esta exigencia, repites lo mismo: “No, lo siento, como te he dicho no me apetece”. Coloquialmente quizás le digas algo más parecido a: “De verdad, no insistas porque no me apetece”, pero el fin es el mismo.
- Técnica del bloque: estás con un grupo de amigos que discuten sobre algo, y cuando te decides a dar tu opinión, alguien salta con que lo que dices es una tontería, no tiene sentido, o incluso, un “que te calles” (que resulta muy agresivo). Obviamente, tú no estás de acuerdo, pero en vez de seguir repitiendo lo mismo como en el ejemplo anterior, en esta ocasión lo mejor es comportarte como un bloque de cemento y ser firme: “Esta es mi opinión, que no considero una tontería, pero estoy dispuesto a escuchar por qué tú piensas que lo es”. Esta respuesta (o similar) probablemente descoloque a la otra persona y la obligue a recapacitar sobre su tono o sus palabras.
- Cortar: Imagina que una persona te dice la frase del párrafo anterior (“que te calles”), o incluso se dirige a ti con algún insulto. ¿Qué es lo mejor en esta situación? Cortar. Hay que decir algo parecido a: “Disculpa, pero no me estás hablando bien. Yo no te he faltado al respeto y espero que tú hagas lo mismo conmigo”. Contestando con tranquilidad y sin alzar la voz, permites que la persona: 1) se reafirme en su decisión de insultarte, por lo que tu conducta debería ser la de cortar completamente esa conversación y marcharte; 2) que se disculpe; o 3) que intente tergiversar sus palabras o convencerte de que no ha sido un insulto, en cuyo caso puedes contestar con: “bueno, esa ha sido mi percepción y has usado esta palabra y esta otra, y preferiría que no lo hicieras en el futuro”.
- Pregunta: muchas veces nos encontramos con que la persona que tenemos delante no nos escucha aunque nos haya preguntado por algo, o que abiertamente ignora lo que estamos diciendo como si no nos hubiera escuchado. En estos casos, lo mejor es preguntar: “Perdona, ¿me estás escuchando?”, “¿Qué opinas sobre lo que te estoy diciendo?”, “¿Prefieres que dejemos la conversación para otro día? Te noto disperso”, “¿No te interesa lo que te cuento?”. Cualquiera de estas opciones, según la persona que tengamos delante, es válida. Te permites a ti mismo no seguir hablando con una pared, al mismo tiempo que le das la opción a la otra persona de que se focalice en ti o sea sincero con su falta de atención.
¿Qué te han parecido estas pautas? Espero que te hayan resultado útiles.
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Raquel Navarro López
Psicóloga, Sexóloga, Terapeuta de pareja.
Directora en Promentium -Salud y Bienestar.
Bibliografía:
Caballo, V.E. (1983). Asertividad: definiciones y dimensiones. Estudios de Psicología, 4, 51-62.
Castanyer, O. (2008). La asertividad. Expresión de una sana autoestima. Desclée De Brouwer.