Diagnosticar no es sólo clasificar, sino comprender de forma profunda la subjetividad de los niños en todas sus vicisitudes y teniendo en cuenta sus necesidades específicas y sus modos de sentir, pensar y sufrir. Cuado nos dirigimos a un niño debemos tener en cuenta sus fantasías, temores, vinculaciones afectivas, presiones externas, etc, ya que de lo contrario caeremos en el peligro de etiquetar o clasificar de forma rígida a un ser humano que se encuentra cambiante y en vías de desarrollo.

Por eso, me gusta siempre contar con un espacio acogedor tanto para el pequeño como para la famila que lo acompaña a la consulta, en el que el niño pueda expresar de forma constructiva, creativa todo su mundo interno.

A la hora de tener este encuentro humano tendremos en cuenta la comunicación del menor no sólo en las sesiones sino con otros familiares y red social, su despliegue de actividad en el seno de la escuela y la familia, sus procesos emocionales, la formación de su personalidad a lo largo de todas sus fases y los logros evolutivos como la adquisición de la capacidad atencional, la percepción, la imaginación, la fantasía, la expresión de afectos, el movimiento,  la memoria, el lenguaje, la conducta, etc.

Sabemos que los niños son muy sensibles a los cambios, ya que no cuentan con las capacidades yoicas que los adultos tenemos más desarrolladas y estructuradas, por lo que en estas edades tempranas de la vida es fundamental escuchar y apoyar a los menores en momentos como puede ser una separación de los padres, un cambio de domicilio, una mala noticia que afecta a la familia, un duelo, etc.

Una de las funciones de nuestra especialidad no es sólo diagnosticar y tratar, sino la prevención y promoción de la salud mental así como el acompañamiento de nuestros pacientes para poder devenir en adultos sanos, y por eso esperamos poder estar a la altura de esta demanda.